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EL EQUIPO ROSARINO DE JOSÉ

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           Rosario Central acababa de ser campeón del campeonato 1986/87, en la temporada en que había regresado a la Primera División. Su archirrival, Newell´s Old Boys, se quedó en la puerta con un punto por debajo. Había equipo para pelear, pero la dirigencia dio un golpe de timón al cambiar al cuerpo técnico. Jorge Solari dejaba la dirección del equipo y llegaba José Yudica. El entrenador, que venía de ser campeón de América con Argentinos Juniors años atrás y que se encontraba dirigiendo a Vélez Sarsfield,   provocó un cambio radical y le agregó agresividad al conjunto “Leproso”. Armó un plantel mezclado entre chicos del club y experimentados que estaban y otros que regresaban. Entre los primeros, estaban Norberto Scoponi, Gerardo Martino, Juan Manuel Llop, Jorge Theiler, Jorge Pautasso y Juan José Rossi. Regresaron al Parque de la Independencia, Raúl Roque Alfaro y Sergio Almirón. También debutaron Néstor Gabriel Sensini y Abel Balbo, además de tener en reserva a chicos que haría

EL PIANISTA

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  Las puertas selladas de aquel viejo teatro que alguna vez fue moderno dejaban salir una hermosa melodía que no se callaba nunca y que invitaba a la gente a que entrara, a pesar de la imposibilidad de hacerlo. Disfrazaba la atmósfera y alegraba al barrio. Era punto de encuentro. La leyenda cuenta que es la música del pianista más joven y talentoso del lugar. Un día, con tan solo 19 años, este joven prodigio debía enfrentar lo que quizás sería la noche más importante de su vida: el debut ante su gente. El teatro La Tecla, el más grande del lugar, estaba repleto en su inauguración. La función no tardaría en empezar. Se lo veía sentado, jugando con sus dedos entrelazados. Parecía tranquilo, pero no lo estaba. Cuando terminó el pianista anterior a él la ovación se hizo escuchar y el juego de luces sobre el escenario cautivó a todos. Luego vino el silencio, la eterna espera del niño pródigo. Y él allí parado, detrás del telón. Su cabellera rubia, inamovible, se asomaba para ver vaya uno a

AYRTON ETERNO

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           El 1 de mayo de 1994 no era un día más. Ni siquiera un feriado más, y no solamente porque era domingo.   En Imola, se corría el Gran Premio de San Marino, la tercera carrera del campeonato mundial de Fórmula 1. Ayrton no había podido completar las dos carreras anteriores, quedando relegado ante un joven piloto alemán llamado Michael Schumacher. Acababa de pasar a la escudería Williams, en reemplazo de su archirrival, Alain Prost, quien se había retirado de la actividad. Era un candidato serio para alcanzar o, tal vez, superar el récord de más campeonatos ganados que ostentaba, en ese entonces, el argentino Juan Manuel Fangio (cinco, contra tres con los que contaba Ayrton).          Ese día, debía ganar para no perderle pisada al joven germano y se esperaba con ansias esa carrera. Sin embargo, algo no estaba bien. El piloto brasileño tenía malas sensaciones y, aunque es difícil de creer, miedo. El accidente de su compatriota Rubens Barrichello, quien salvó su vida de milagr

ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 35, FINAL

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                                                        UNA NOTA DIPLOMÁTICA     Tercer párrafo de la última nota recibida de la Embajada argentina en Mittelmongolia:     "Las ejecuciones nocturnas de antiguos miembros del régimen comunista están ya terminando, y la consolidación del poder real es visible. Causó, sin embargo, cierta sorpresa la aparición del señor Bator, ex-secretario de la Embajada de Mittelmongolia en Buenos Aires, colgado de una rama muy alta de un famoso árbol en la Plaza de las Bellezas Ocultas, frente a la Jefatura de Policía. La noticia de su suicidio propalada en los medios oficiales parece, sin embargo, ser desmentida por los habituales cordones que ataban firmemente sus manos y sus pies. La ejecución por 'suicidio' en ese árbol ha sido utilizada por el Ministerio del Interior para publicitar que la víctima ha sido un destacado partidario del régimen anterior, tanto más así cuanto más alta sea la rama desde la que se lo cuelga. Ignoraba, ciertamen

ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 34, PARTE 2

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           Cuando Helena volvió a ver la decoración del departamento, que conocía tan bien y a la que había contribuido con sus ideas y algunos regalos, sintió una penosa nostalgia. ¡Cuántas cosas habían pasado entre ellos! Todo esto era parte de su vida, que de repente se le venía encima, eran los recuerdos suaves del amor, de la amistad, de ese aprecio que se tenían...     Helena se sintió muy mal al representante a Cristian Méchant, esa ave de rapiña carente de sentimientos. Se sintió peor cuando lo asoció con el placer que le daba en la cama, con la dominación que ejercía por eso sobre ella, con su propia debilidad que le hacía sacrificar cualquier otra cosa para seguir gozando de los favores del tenista un poco más. ¿Cuánto más? ¿Un año?... ¿Seis meses?     Ya Cristian daba señales inequívocas de aburrimiento, llegaba tarde a las citas, alguna vez la dejó esperando... como aquella vez que había salido con la yegua de Estelita, que a los 17 años había acumulado ya una experiencia c

ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 34, PARTE 1

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                                                             YAÑEZ Y HELENA     Rudecindo (Rude) Yáñez Haedo, Ministro de la carrera y hombre de mundo si los había, miraba distraídamente un paisaje invernal, no muy bien pintado, que colgaba en la pared opuesta a su escritorio de Director de Europa Occidental.     Pero no eran ni los familiares abedules ni el igualmente conocido manto de nieve reproducidos en el cuadro lo que realmente ocupaba su atención, sino la secuencia de varias escenas que reaparecían en su memoria. Las había evocado tantas veces, esas imágenes de la fiesta nacional mittelmongólica, casi tres meses atrás, cuando la primavera despuntaba en la ciudad con su misterioso llamado, con su renovado despertar.     El recuerdo era tan vívido, tan presente, que sintió una aguda congoja en su pecho: tenía delante suyo a Helena, que se le aproximaba con su sonrisa de siembre en medio del esplendor de la fiesta. Revivió su decisión de entonces, cuando nada más verla comprendió

EL MURCIÉLAGO

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           A principios de la década de 1980, había un delantero que iba por las puntas, tal clásico wing, pero que también era goleador, de quién se hablaba mucho. Jugaba en Atlanta, dónde había hecho las divisiones inferiores y de dónde, se sabía, no iba a durar mucho hasta que un equipo grande pusiera los ojos sobre él. En 1985, nada más y nada menos que Boca Juniors fue quien lo hizo. Llegaba a una institución devastada, que había estado muy cerca de desaparecer, pero que poco a poco, fue levantando y volviendo a ser lo que era.          Antonio Alegre y Carlos Heller lo trajeron para reforzar el equipo y que haga lo que mejor sabía hacer: goles. Y él no defraudó. Formó una delantera temible junto con Jorge Rinaldi y Jorge Comas. Ese trío ofensivo llegó a su máxima expresión durante la primera etapa de César Luis Menotti al frente de la dirección técnica “Xeneize”. Rinaldi por el centro, Comas por izquierda y él, básicamente por derecha. A su vez, ya había sido convocado a selecc