TE FUISTE

 


Tanto tiempo sin saber nada de nada. De haber borrado todo de mi memoria, o por lo menos eso creía o quizás hasta quise. A 35 años de haberme ido de ahí y aún no haber regresado, muchas sensaciones recorrieron mi ser. Me fui de ahí buscando las luces, la gran ciudad, el sueño de todo pueblerino que se toma un colectivo y baja con su bolso vacío de cosas, pero lleno de ilusiones. A veces, uno no mira nunca más atrás y deja todo: familia, amigos, vecinos, el pueblo y sus alrededores inolvidables más allá del paso del tiempo. 

Me fui con mucha bronca de ahí, odiando a todos y a todo. Desde el almacenero de la esquina, hasta a mis compañeros y amigos más cercanos. Me sentía un incomprendido y hasta, podría decir, creía ser superior a todos ellos. ¿En base a qué? Me sentía un escritor sin haber escrito, por ese entonces, ni una línea. Creía que iba a llegar a la gran ciudad, al gran medio periodístico y así poder soñar con premios y reconocimientos, dejando atrás tanta mediocridad y chabacanería. De hecho, mi primer escrito fue mi vida en ese pueblo que yo, hasta ese entonces, odié con toda mi alma. Y quien se llevó la peor parte fue mi compañero de andanzas, ese que se sentaba al lado mío en el colegio y se copiaba de mí porque no entendía nada. Ese al que, en mi interior, acusé de tener un título secundario gracias a mí. Toto fue, por momentos, mi amigo y por otros momentos mi alter ego. Alguien que pretendía competir conmigo y humillarme delante del resto. Para eso, siempre tenía al lado a su cómplice de turno, el inefable Octavio. Siempre creí que Toto ejercía influencia sobre Octavio. Con el tiempo, me di cuenta de que no era así, sino que era al revés. 

Después de haber escrito mis memorias, ese odio y esa bronca desaparecieron. En esas hojas y en esas líneas hice catársis. Exageré, al pobre Toto lo pinté como a un monstruo cuando no lo era. Pasaron los años y seguí con mi vida. Durante mucho tiempo quise volver a ver cómo estaba todo, que tan cambiado estaba todo, pero me dio miedo justamente a eso. Quería volver y que todo estuviera igual, algo totalmente utópico. Con el tiempo y la aparición de las redes sociales, me puse en contacto con varios. Ya no los odiaba, al contrario, quería encontrarlos. Algunos me los crucé por acá, pero sé que después se mudaron a otros lugares ya más lejanos. A vos nunca te pude encontrar, Toto querido. Si me encontré con Mecha, tu hermana y algo me contó de lo mal que lo estabas pasando. Ninguno vio que, con tu manera de ser tan especial, a veces de manera antipática, otras de forma muy densa y muchas de forma divertida, nos estabas pidiendo ayuda. 

Hace unos días, a través de las redes, me enteré de que nos dejaste. No salí y aún no salgo de mi asombro. Me contacté con la gente del pueblo y me contaron solo que no estabas más desde hace unos días. No quise preguntar qué pasó, solo quedarme con las alegrías y los buenos momentos vividos. Todavía me acuerdo de las veces que nos hicimos la rata en el colegio y las huidas a los pueblos vecinos, donde pasábamos tardes enteras dando vueltas para regresar a la hora en que terminaban las clases. Algún día volveré por allá, todavía no estoy listo. Pero no me voy a ir sin haber pisado el pueblo una última vez y despedirme. Te fuiste así, de golpe y siendo muy joven. Nos quedamos debiendo muchas cosas. Algún día saldaremos todo, en algún lugar donde nos volvamos a encontrar. 

El Puma

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LAS BONDADES DE TUCUMÁN

PENSANDO EN VOZ ALTA: LAS BOLUFRASES DEL FÚTBOL (Y DEL DEPORTE EN GENERAL)

ALGUNAS SORPRESAS Y COMENZANDO RECAMBIO