TOTO, CAPÍTULO 1



Me costó mucho tomar esta decisión, había muchas razones para no hacerlo. Un pasado que creí enterrado y que me venía persiguiendo mucho en los últimos meses. No lo hablé con nadie más que con la almohada. Me levanté temprano y me dirigí a la terminal, a ese misma a la que llegué más de treinta años atrás. Quedaban pasajes, nadie va para allá, a ese pueblo donde nací, del que renegué hasta hace unos meses y al que había dejado atrás, tan es así que hasta me cuesta nombrarlo. No sé por qué, pero siento que dejé muchos cabos sueltos cuando me fui. Quiero saber si es que me fui o me escapé. Mejor dicho, me gustaría tener la opinión de mis propios coterráneos. 

No me contacté con nadie, no vi a nadie del pueblo, ni siquiera me crucé con nadie en Buenos Aires por casualidad. Solo con la aparición de las redes sociales empecé a ver un poco más lo que pasaba allí. Hay algunos que pusieron sus páginas, sin embargo, no averigüé mucho más. Sin embargo, una noticia me removió muchas cosas. Y ahí reaparecieron varios interrogantes con los que me fui y de los que nunca tuve respuestas. Simplemente recordé todo lo vivido y los buenos recuerdos comenzaron a volver, como para marcarme que no todo era malo. 

El colectivo arrancó. Yo estaba bastante cansado producto de la tensión y las expectativas. No llegué a ver mucho desde que arrancó, me quedé dormido antes de que cruzara la zona de Retiro. Se ve que mi sueño fue muy profundo, a tal punto de que me vinieron a despertar. "Llegamos a Villa Yapur", alcancé a escuchar antes de levantarme como un resorte. Escuchar el nombre fue como haberme tomado un termo entero de café. Me bajé y el lugar estaba tan desierto como cuando me fui. Los perros tirados cerca de la plataforma formaban parte de la postal de bienvenida. Hasta llegué a pensar, por un momento, que eran los mismos perros que estaban 35 años atrás. Miré hacia los costados, todo estaba cerrado. Caminé hasta la esquina, donde seguía estando la vieja remisería Soite. Miré hacia adentro y una persona anciana estaba en el mostrador. ¡Era don Cosme Soite! ¿Cuántos años tendrá? ¿Se acordará de mí? 

No me animé a entrar. Tenía un nudo en el estómago y unos nervios como cuando pasaba al frente para dar lección oral en el colegio. Pasé de largo y decidí caminar. Las distancias son muy cortas y en Buenos Aires me acostumbré a caminar trechos mucho más largos. ¿Adónde ir primero? La caminata me iba a decidir, aunque a la media cuadra, opté por la casa de mis padres, si es que no estaba ocupada. Mi marcha era cada vez más lenta, con miedo. Cada paso que daba me asustaba aún más. Tenía que hacer esto para cerrar este capítulo de mi vida de una vez por todas.

Continuará...

El Puma

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