JUGADORES CONSAGRADOS QUE NO DISPUTARON UN MUNDIAL: GEORGE WEAH
En la historia del fútbol y, especialmente, en la era de la inmediatez, muchas historias quedan de lado. Se habla de "el mejor de la historia" cuando esta tiene más de un siglo y pocos la conocen enteramente. Enormes protagonistas escribieron páginas doradas de este deporte y merecen un lugar privilegiado en la élite. Una discusión - absurda, por cierto - permanente sobre quién es más grande tiene como motivo el haber ganado un Mundial o no. ¿Cuántos futbolistas de élite no lograron levantar la Copa del Mundo? Por citar ejemplos, figuran Michel Platini, Zico, Sócrates, Gabriel Batistuta, Enzo Francescoli, Cristiano Ronaldo, Luis Figo, Johan Cruyff, Marco Van Basten, Roberto Baggio, Ferenc Puskas, Grzegorz Lato, entre tantos otros. Yendo aún más a fondo, ¿cuántos ni siquiera lo jugaron? También varios. Uno de ellos es George Weah.
Este delantero potente, nacido en Clara Town, en las afueras de Monrovia, capital de Liberia, el 1 de octubre de 1966, no solamente es considerado como uno de los mejores jugadores africanos de la historia, sino también fue el primer futbolista no europeo en obtener un Balón de Oro (si bien lo obtuvo anteriormente el argentino Alfredo Di Stéfano, este tenía la nacionalidad española cuando eso sucedió). Weah comenzó a jugar en Liberia a los 15 años hasta que en 1988 firmó un contrato semiprofesional con Tonnerre Yaoundé, de la liga camerunesa. Allí llamó la atención del entrenador francés Claude Le Roy, quien dirigía al seleccionado local, y éste se lo recomendó a Arsene Wenger, director técnico de Monaco. para que lo fichara entre sus filas. Así desembarcó Weah en Francia, donde no tardaría en brillar.
Fueron 4 años donde obtuvo una Copa de Francia, 103 partidos disputados, 47 goles convertidos y peleando por el campeonato galo, hasta pasar a Paris Saint Germain, donde ahí sí lo obtuvo, además de una Copa de la Liga y otras dos Copas de Francia. Fue en la capital de Francia donde explotó su mejor juego, disputando 96 encuentros en los que convirtió 32 goles e hizo que los equipos más grandes de Europa posaran sus ojos en él. Fue Milan quien se lo llevó en 1995, año en el que ganó el Balón de Oro, para reemplazar a otro emblema de la institución: el neerlandés Marco Van Basten. En el conjunto rossonero obtuvo dos scudettos, marcando 46 goles en 114 cotejos disputados. A principios de 2000, a mitad de campeonato y tras un recambio realizado por los milanistas, fue transferido a Chelsea. Sin embargo, solo estuvo media temporada en el conjunto londinense marcando solo 3 goles en 11 juegos disputados.
En la siguiente temporada jugó un puñado de partidos en Manchester City para recalar nuevamente en Francia y ponerse la camiseta de Olympique de Marsella. Perdiendo su nivel, al finalizar la temporada, se fue a los Emiratos Árabes Unidos para terminar su carrera en Al-Jazeera, donde estuvo dos años. Fue figura en su selección, pero no contó con compañeros que puedan estar a la par de él, con lo que nunca logró estar en la cita mundialista. En un país que sufrió guerras civiles y una enorme pobreza, Weah no pudo, por más intentos realizados, clasificar a su selección. Hasta al día de hoy, esa hazaña no fue posible.
Luego de retirarse, incursionó en la política sin mucho éxito al principio. Por ello es que fue a capacitarse y a formarse en Estados Unidos. Uno de sus hijos, Timothy, es figura en la selección americana y, consiguió lo que su padre no pudo: jugar un Mundial y hasta hacer un gol. George volvió a intentar suerte en la política y tanto perseveró, que finalmente triunfó: logró ser elegido presidente de su país en 2017, cumpliendo su mandato hasta enero de 2024.
Este potente y completo delantero, tanto asistidor como definidor, rápido y habilidoso, tuvo todo lo que pudo pedir, y hasta más, cuando soñaba de niño en ser alguien. Seguramente en ese entonces, hubiese firmado un documento que le garantice todo lo que consiguió. Lo único para lo que, quizás, el volvería el tiempo atrás, sería para poder lograr jugar un Mundial con Liberia. La historia no se lo permitió.
El Puma
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