HÉROE, CAPÍTULO 2 (FINAL)
El Negro Olivera se le
acercó intentando intimidarlo, pero Nacho solo lo miró de arriba hacia abajo y
atinó a mostrarle una sonrisa sobradora. Tomó carrera desde el borde del área,
escuchó el pitazo de Marant y corrió en forma desaforada. Saint Pierre había
elegido tirarse a su izquierda, pero lo hizo en forma anticipada, por lo que
Nacho tuvo que elegir el otro lado y con un tirito de rastrón, envió la pelota
hacia allá. Mientras Saint Pierre miraba horrorizado y asustado, como el balón
iba en cámara lenta hacia su palo opuesto, Nacho sonreía y se regodeaba. Saint
Pierre cayó e intentó levantarse y alcanzar la pelota. Demasiado tarde. Esta ya
se metía en el arco como pidiendo permiso y acariciaba la red. El grito de los
hinchas del Defer fue ensordecedor. Nacho se dirigió a ellos y apuntaba con su
dedo índice derecho hacia arriba para luego apuntarse a sí mismo. Pasó al lado
del Negro Olivera sin mirarlo.
Faltaban tres minutos,
había que resistir. Batista metió un defensor más para cerrar la persiana y
dejar pasar los minutos. El Negro Olivera, que había estado ausente sin aviso,
empezó a hacer lo que no había hecho en los 87 minutos anteriores: pedir la
pelota. Ya en tiempo de descuento, empezó a asociarse con Victorio Chebabi y, entre
los dos, llegaron al área de Defer. Chebabi quedó solo frente a Nacho. Cuando
se aprestaba a definir, Joe Cheminé le entró desde atrás con vehemencia por lo
que Marant cobró penal. Los jugadores de Cherquis se vinieron otra vez encima
del árbitro para reclamar la expulsión del defensor. Sin embargo, fastidiado
por demás, el árbitro echó de la cancha a Jeremías Balinardi. El entrenador del
Cherquis entró a la cancha para sumarse a las quejas, sin embargo, en cuanto
llegó a estar frente a Marant, éste no se anduvo con vueltas y le mostró la
tarjeta roja sin contemplaciones. El partido estuvo parado casi diez minutos.
Cuando se reanudó, el árbitro indicó que el penal era la última jugada del
partido y que no habría oportunidad de un rebote, en caso de malograrlo.
El Negro Olivera tomó la
iniciativa y se fue con pelota bajo el brazo hacia el punto del penal. No
miraba a Nacho, quien seguía teniendo esa sonrisa desagradable para los rivales
en su rostro. Comenzaba a sentirse con algunos retorcijones, fruto del festejo
anterior. Se irguió y extendió sus dos brazos, antes de empezar a moverse. En
cuanto el Negro retrocedió, Nacho empezó a señalarle su palo izquierdo, provocando
y desafiando a su adversario para que lo patee hacia allí. Seguía sonriendo.
Marant pitó. El Negro, con gran determinación, comenzó a tomar carrera. No
había fallado un penal en toda la temporada. Con gran furia y tremenda
precisión, pateó fuerte y a media altura al palo derecho de Nacho. Este se recostó
primero hacia ese lado y luego se dejó ir. Voló, como nunca lo había hecho
antes y estiró sus brazos. Con la punta de sus dedos, alcanzó a rozar la
pelota. Esta se desvió, lo venció, pero pegó en el palo. A pesar de su mal
estado de salud, Nacho se levantó rápido y salió a festejar mirando con los
ojos y la boca abierta, tal como lo hiciera en su sueño, a los hinchas del
Cherquis que estaban atrás de él. Sin embargo, estaban tan decepcionados que no
atinaron a tirarle nada, sino que en silencio se marchaban del lugar.
Nacho corría hacia su hinchada, con todos sus compañeros y el cuerpo técnico atrás. Falbee estaba a punto de alzarlo en andas, pero Nacho se negó. Tenía miedo de que sea un sueño otra vez. En el medio de los festejos, se desató una gran tormenta. Demasiadas coincidencias para Nacho, quien pedía que lo pellizquen para sacarse las dudas. Esta vez todo era real. Su descompostura, su día de gloria y los festejos. Defer era campeón de la Copa Fronha y Nacho el héroe del día.
El Puma
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