EL DÍA DE GLORIA, CAPÍTULO 1

 


El partido había terminado empatado en un gol. Faltando dos minutos, el Cherquis logró empatar, silenciando a toda la parcialidad del Defer, que ya estaba festejando la obtención del título de la Copa Fronha. Un centro tirado al corazón del área, encontró la cabeza del Negro Olivera y, con un testazo a quemarropa, dejó a Nacho sin defensa alguna. La pelota se coló en el ángulo superior izquierdo del arquero que miró con impotencia como ese delantero al que siempre odió, salió a festejar con su tribuna justo detrás de él. Nacho salió corriendo a protestar al árbitro algo que ni él sabía lo que era. ¿Offside? Imposible, el Negro había saltado entre tres defensores del Defer y se elevó por demás. ¿Mano? Si pedía eso, hubiese quedado como un idiota. La única que le quedaba era reclamar una falta en ataque. El árbitro, el implacable Robert Marant no se anduvo con vueltas y le sacó tarjeta amarilla.

Había que aguantar los siguientes minutos ese impacto psicológico. Nacho tenía terror de que la defensa se desmoronara y viniera el segundo en algún aluvión ofensivo del rival. Sacaron del medio. Desmoronados como estaban, perdieron la pelota y el Negro Olivera quedó mano a mano con Nacho. Este salió desesperado a tapar pegando un grito pelado y salvaje en donde el delantero escuchó claramente la frase: “¡Negro puto!” Eso lo enfureció y pateó cruzado y fuerte. La pelota se fue muy desviada. Olivera fue a buscar al árbitro para reclamar el insulto, a lo que Nacho volvió para su arco sin decir absolutamente nada. Mientras Olivera le protestaba a Marant, miraba a Nacho con odio y éste, muy discretamente, le hizo abriendo y cerrando los dedos, diciéndole con un gesto que se asustó a la hora de definir.

Marant pitó el final. Se venían los penales. Los jugadores de Defer se veían algo aliviados, mientras que Nacho estaba encendido, con una mirada similar a la de un psicópata a punto de realizar alguna atrocidad. Sus compañeros se asustaron un poco. Mientras que el entrenador, Joao Batista, que sonreía más en forma nerviosa que relajada, daba indicaciones, Nacho atinó a decir: “ustedes dedíquense a meterla que yo al Negro puto ese, se lo atajo”. Todos lo miraron extrañados y hasta algo asustados. Estaba también arengando el arquero titular, Laureano Vázquez, que se había lesionado en la semifinal. Lo miró a Nacho y le dijo: “¡Hijo de puta! ¡Si no atajás un penal, yo te cago a trompadas!” Nacho lo miró y, con la misma expresión de un demente, le respondió la misma frase imitando hasta su timbre de voz. Vázquez no sabía si reír o propinarle una trompada de lleno para borrarle esa sonrisa socarrona.

Continuará...

El Puma

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