LOS REPORTAJES DE BORIS STEPANEK: PEDRO VLAOVIC, CAPÍTULO 1


 

Mi vida dio un vuelco importante desde que me fui de Fronha. Luego de escribir la historia de ese extraño país en el que viví varios años, opté por entrevistar gente importante de ese país. Cuando todo acabó, continué con esa práctica, pero con otro tipo de personajes. Esos que están en la cocina pero que poco se ven comenzaron a ser los protagonistas de mis entrevistas. Pasé unos días descansando en Mar del Plata tras conversar amable y animadamente con Enrique Bava. A pesar de ser invierno, la Ciudad Feliz sigue siendo atractiva para cualquier visitante. Por suerte, el solo compensa ese viento frío y helado que se te clava en el cuerpo como si se tratara de una gran cantidad de alfileres. Por suerte, la siguiente entrevista la pude enganchar en Mar del Plata también. El personaje en cuestión tiene una casa cerca de Playa Grande y cada tanto, recarga sus energías que parecen inagotables.

Pedro Vlaovic es un hombre de mundo que vivió muchas cosas, quizás hasta demasiadas. Colega mío cuando arranqué abrazando esta tan noble como bastardeada profesión. Me dirigí a esa casa en la calle Alvarado, a pocos metros de la bajada a la playa y lo divisé por el enorme ventanal. Estaba leyendo, en compañía de una chica joven. "¡Rusito querido!", me dijo al recibirme. ¡Cuánto hacía que no me llamaban así! Me hizo pasar y le pidió a Daniela, su hija, la jovencita que había visto anteriormente, que preparara café. "¡Que gusto verte, Rusito! ¡Tantos años!" Recordábamos viejas épocas, cuando yo había entrado al diario y él ya era un periodista de nombre. Hubo un lustro en nos enviaban a distintos lugares. A él lo enviaron a España y a mí a Fronha. "Empecemos la nota desde el principio - arranqué -. Hablame de tu familia y tu entorno.

- Bueno. Éramos cuatro. Mi papá Mirko, hijo de yugoslavos... bah, hoy croatas, era un hombre querido por sus amigos y, según dicen, muy buen tipo.

- ¿Vos no lo recordás así?

- Tengo pocos recuerdos de él. Falleció cuando yo tenía ocho años. Lo que más tengo presente es que me hizo hincha de River y fue el primero que me llevó a la cancha.

- Entonces algo recordás.

- Algunas cosas. Me faltó en un momento complicado. Pero no lo puedo culpar. El infarto que tuvo fue fulminante.

- ¿Te acordás de ese día?

- Sí. Yo volví del colegio ese día y encontré una ambulancia saliendo de ahí. Estaba mi vieja acompañando adentro y Daniel, mi hermano, en casa. Le pregunté qué había pasado, pero él estaba mudo. Creo que fue la única vez que lo vi mudo y sin reacción. La casa era un desorden total. Al no tener respuestas, me fui a hacer mi tarea como cualquier otro día. A las horas, llegó mi vieja y nos dio la noticia.

- ¿Cuál fue tu reacción?

- Se me vino el mundo abajo. De golpe y porrazo no lo vi más. Me había llevado al colegio a la mañana. 

- ¿Recordás ese momento?

- Sí, muy particularmente.

- ¿Por qué?

- Me pasé años rememorando ese momento buscando respuestas.

- ¿Y las obtuviste?

- Con el paso del tiempo fui descifrando todo. Me acuerdo de que me llevó a desayunar al café que está a una cuadra del colegio. Me habló del futuro y me preguntó qué quería ser. Le dije que no sabía. A lo que él me respondió que no importaba, que eligiera lo que eligiera, iba a tener éxito. Me dijo que yo era fuerte y que iba a ser el único en la familia que iba a tener éxito. También dijo que todo iba a costar. ¡Cuánta razón tenía!

- ¿Por qué pensás que te dijo todo eso?

- Los últimos días suyos fueron así. Trataba de pasar tiempo conmigo. Creo que se estaba despidiendo por un lado y tratando de prepararme para lidiar con mi vieja y Daniel.

El Puma

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