ESTO DEBE TENER UN FINAL, CAPÍTULO 3


Respiró hondo, tocó la sangre otra vez y cerró los ojos. Esta vez no emitió sonidos, ni voces. Solo le temblaba la cabeza y fruncía el cuello, dejando ver su garganta en forma prominente. Él se asustó, pensó que estaría teniendo algún ataque o que podría sufrir algún infarto o accidente cardiovascular. Sin embargo, recordó las advertencias previas de Úrsula y así solo la observó y la dejó hacer. De pronto, se sobresaltó y abrió los ojos. “Hay que desenterrar el paquete”, gritó desesperada.

         Pedro no tuvo ni tiempo de preguntar de qué se trataba todo esto. Simplemente se limitó a seguir a Úrsula al jardín. Fue directamente hacia el árbol que estaba en el fondo, casi lindando con la casa vecina. Se paró y señaló el piso. “Acá está el paquete, – indicó – hay que sacarlo, abrirlo y luego quemarlo. Al abrir ese paquete, la otra maldición se va a evaporar y así desaparecerá. Luego hay que quemar todo para que no queden rastros. Una vez que eso suceda, narraré toda la historia. Pero cuidado, solo puede ser contada una sola vez. Si vos o yo se lo decimos a alguien, la maldición puede volver. Así que va a ser una historia autodestructiva”. Ahora el problema era otro, más que las dos maldiciones, había que conseguir una pala. “No tenemos mucho tiempo, – insistió Úrsula – ya descubrimos la maldición y hay que eliminarla. Si no lo hacemos rápido, esta va a quedar para siempre”. Pedro buscó por toda la casa y consiguió algunas herramientas, o lo que quedaban de ellas, fabricando una pala totalmente improvisada. Comenzó a cavar, mientras Úrsula iba teniendo convulsiones a medida que el pozo iba creciendo.

         A pesar de haber estado cavando durante casi una hora, a los pocos metros apareció un cofre chico de madera. “Ahí está”, gritó eufórica la bruja, como lo hubiese hecho cualquier hincha de fútbol festejando un título de su equipo. “Ahora hay que abrirla, no sacar las cosas de ahí y luego quemarla”, afirmó ella completamente en éxtasis. Por primera vez desde que Pedro fue a visitarla, ella sonrió. “Estamos cerca de lograrlo”, exclamó con los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a salir. Ambos miraron la caja sin animarse a abrirla. Luego se miraron entre los dos, hasta que ella movió la cabeza en señal afirmativa. Pedro clavó la vista en la caja, como si no hubiera nada más alrededor. Tenía miedo, pero recordó el calvario que venía viviendo en los últimos años y el fin, aparentemente, lo tenía muy cerca. Abrió la caja. Úrsula estaba a un costado con los ojos siempre tan abiertos. Apenas inició, tuvo que dar vuelta la cara por el olor hediondo que salía del interior de esa caja. Se veían huesos, un par de medias y un aro colgante. Pedro reconoció a ese par como suyo y palideció. “El par que perdí hace muchos años”, exclamó con un hilo de voz. Se preguntó por el origen de esos huesos y luego también se cuestionó dónde había visto ese colgante.

         “Es el momento – gruñó Úrsula – ¡quememos eso!” Pedro, por un lado, quería mirar un poco más, sin embargo, recordó las indicaciones por la bruja y, al ver que hasta el momento todo lo que le había dicho era cierto, no vaciló. El fuego enseguida tomó toda la caja y la llama se hizo enorme. En ese entonces, Úrsula pegó un grito desgarrador y aterrador antes de caer desmayada. La llamarada se hizo muy grande y se oían todas las voces alejándose más y más. Finalmente, solo quedaron las cenizas.

Continuará...

El Puma

 

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