ESTO DEBE TENER UN FINAL, CAPÍTULO 2


 

         Cuando se iban acercando, a Úrsula le daban puntadas en la cabeza muy fuertes. Se movía como si tuviera un tic nervioso y cerrando uno de sus ojos simultáneamente. Su rostro se tornaba aún más serio de lo normal, como si se le presentara un desafío enorme. Pedro notó ese detalle y su preocupación no era menor. Más se convencía de que había un eslabón perdido y que se negaba a aparecer. Ambos se quedaron mirando la casa en forma fija durante unos minutos, hasta que Úrsula tomó la iniciativa y dijo en forma firme y escueta: “Vamos”.

         La puerta estaba semi abierta y con la cerradura destrozada. El interior era más tenebroso que la fachada. El piso estaba lleno de polvo, aunque seguía – tal como sucedió la última vez que Pedro entró allí – el dibujo del cuerpo de Daniel cuando la policía lo encontró muerto, además de la sangre de su hermano pegada al piso. Úrsula abrió los ojos y respiró hondo. Comenzó a observar lo poco que quedaba en la casa. Muebles fijos que los ladrones de turno no se pudieron llevar estaban destrozados y con pocas cosas adentro. Solo quedaban algunas revistas y diarios viejos ya casi ilegibles, además de fotos tiradas por todos lados. La bruja ordenó recoger todas las fotos y los elementos que quedaron de la época en que Daniel vivía ahí.

         No demoraron mucho en juntar todo. Eran fotos y algunos videocassettes. El rostro de Úrsula se tornó sombrío y ordenó: “Cuando puedas, mirá el contenido una sola vez y después destruílos”. Ella volvió a tocar la sangre que estaba en el piso. En ese momento, cerró los ojos y comenzó a moverse como si tuviera convulsiones. Comenzó a hablar y se escuchaban las voces de Daniel y Marisol. “Tomátelas de acá hija de puta… Va a ser la última vez que me ponés una mano encima… ¿Qué hacés? Ni se te ocurra. Vas a terminar en cana. A ver, animate a disparar ese juguetito que tenés ahí”. Úrsula volvió a tener convulsiones a la par que se escuchaban disparos. Temblaba tanto que Pedro se asustó. De pronto, salió del trance y respiró hondo. “Ya sabemos que a Daniel lo mató Marisol, después de que él intentó primero llevarla a la cama y luego, tras el rechazo, comenzó a agredirla física y verbalmente. Esa sangre está maldita y esparció esa maldición en la casa y en quienes pasaron por aquí después del asesinato”. Pedro, que jamás había creído en esas cosas, sintió que todo lo narrado tenía sentido. Empezó a reflexionar y pensó en todas las personas que entraron allí. Su madre, él mismo, el fiscal Elvira, Mercedes, Marisol. El primero, tuvo que jubilarse antes de tiempo tras sufrir un tremendo desprestigio. Con Mercedes aún tenía dudas, Marisol fue víctima de un cáncer, mientras que su madre cayó en una profunda depresión. “Pero hay algo más – continuó Úrsula – alguien echó una maldición posterior. Hay un fuerte olor – decía eso mientras aspiraba dos veces emulando el olfato de un perro – a maldición. Alguien enterró a un animal muerto en algún lugar de la casa”. A Pedro, la sola idea de cavar en el jardín lo fastidiaba sobremanera. “Voy a tener que volver a entrar en trance – prosiguió en su análisis la bruja – acá hay algo más”.

Continuará...

El Puma

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