ESTO DEBE TENER UN FINAL, CAPÍTULO 1
La casa seguía vacía, abandonada y tenebrosa. Nadie se
acercaba, ni siquiera algún ocupa empedernido. El cartel que rezaba la venta ya
estaba caído y enterrado por las hojas caídas fruto del otoño. Pedro, por
alguna extraña razón, comenzaba a mostrarse por ahí con más frecuencia. Ya
había entrado una vez y no quiso repetir la experiencia. Sabía que muchas de
las respuestas que buscaba estaban ahí, o más bien lo sospechaba.
Cuando salió de la iglesia donde vio por última vez al padre
Joaquín antes de ser transferido, tuvo un llamado telefónico en el que le
comunicaban un error en el examen pedido de ADN y que él no estaba relacionado
a Peter Stevens. Eso, por un lado, le dio alivio, pero a su vez más angustia.
¿Y si se habían equivocado? Tantas dudas y preguntas, le hizo pensar si todo eso
no era más que una expresión de deseo más que una realidad. Sin embargo, sabía
que debía poner un punto final. Buscar respuestas, sí, pero que sean
definitivas. Todo esto lo estaba consumiendo y estaba desatendiendo tanto sus
deberes profesionales como los familiares. No veía a sus hijos y eso también lo
preocupaba.
La última vez que fue a esa casa, fue para descubrir que
Daniel había tenido una hija y esta resultó, tras seguir investigando, ser
suya. Había algún eslabón perdido en este asunto. Su hermano estaba muerto, pero
estaba cada vez más presente. No creía en la brujería, aunque no descartaba
algo de eso. No podía ser de otra manera. ¿Había que tirar la casa? Nadie se
atrevía a entrar, no fueron pocos quienes previnieron a Pedro que allí pasaban
cosas raras, tales como ruidos, voces, gritos y demás.
Ante la locura alcanzada, se dio cuenta de que ya no tenía
nada que perder. Acudió a una bruja. No a cualquiera, decidió buscar a una de
renombre. Llamó a Úrsula Guaddi, famosa por sus aciertos como también por sus
controversias. Su apariencia era bastante temeraria. Tenía aspecto de una
persona mayor de la edad que mostraba su documento. Usaba el pelo corto y con
su mirada era capaz de asustar hasta al más valiente. Sus consultas eran caras
por demás y dentro de su clientela se contaban nombres muy ilustres. La bruja le
dio una cita a Pedro por unos minutos en su casa.
Al recibirlo, lo miró fijo y abrió los ojos bien grandes, como si algo la hubiera sorprendido. Sin embargo, fue solo un segundo antes de volver a mostrar la misma expresión que tenía grabada en su rostro. Ni siquiera se pronunció para preguntar cuál era el problema, simplemente movió la cabeza hacia adelante. Pedro comenzó su relato explicando su relación con Daniel y como la sombra de su hermano pendía sobre él como la espada de Damocles. Úrsula escuchó atentamente todo y se interesó en el caso. Lo primero que propuso fue ir a la casa para descubrir si había algún demonio o alguna maldición allí. Fijaron la fecha y, por la noche, se dirigieron allí.
Continuará...
El Puma
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