Y UN DÍA, ANDREA VOLVIÓ. CAPÍTULO 7
Se despidieron efusivamente con la promesa
de volverse a ver. Raben parecía haber leído la mente de Andrea cuando pensó lo
que pensó. En su interior ratificó todo eso. Había sido de las pocas mujeres a
las que no se había animado a acercar. Ella emanaba algo que a él le impedía
llegar. A su vez, Andrea se sentía cómoda así. Decir que gustaba de dominar la
situación y hacer lo que se le daba la gana es algo demasiado redundante. En
una cosa él había mentido: no sospechaba de su relación con Cacho, era algo que
sabía fehacientemente. Y no porque su malogrado amigo se lo haya contado. Lo
sabía y punto.
Andrea, por su parte, quedó impresionada
por el encuentro y por ese antiguo amigo o, tal vez, mejor dicho, viejo
conocido cercano. Sintió, posiblemente por primera vez, algo distinto. No sintió
ese deseo descontrolado de acostarse con él, sino que tuvo ese cosquilleo en el
estómago del que tanto escuchó sin creer en él. Caminó unas cuadras y, de
pronto, se frenó en una esquina. Sintió de nuevo un escalofrío por un déja
vu que tuvo en su mente. Miró hacia arriba y su expresión era de confusión.
Cuando bajó su cabeza, una sonrisa natural emanó de su rostro. Parecía que los
nubarrones permanentes de su vida, finalmente se iban para dejar que el sol
saliera.
Sus encuentros se hicieron frecuentes hasta
que se convirtieron en pareja. Durante el tiempo en que ella alquilaba, cada
uno vivía en su casa. Después de que terminó ese período, Andrea se instaló en
la casa de Raben con sus dos hijos. Por primera vez en la vida, tenía lo que
jamás pensó tener. Ella estaba realmente enamorada, mientras que él estaba
contento, aunque tenía la sensación de que algo podría pasar, más teniendo en
cuenta su pasado. En algo estaban de acuerdo, no tendrían hijos. Raben con
siete a cuestas y Andrea con dos, ya tenían suficiente.
Él se había convertido en un importante empresario en Uruguay, mientras que ella obtenía rápidos ascensos en su oficina. Andrea cambió las horas extra por la rutina de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Cada tanto, cuando salía, iba a buscarlo a su oficina y se tomaban un café antes de volver a su hogar. Ese miércoles en que salió a encontrarse con él era un día nublado y con mucho viento. Llegó al edificio toda despeinada. Dentro del ascensor, se acomodó y arregló. Cuando bajó, la secretaria le comunicó que Raben estaba en una reunión muy importante de negocios. Ella decidió esperarlo ahí mismo. De pronto, cuando la puerta se abrió, a Andrea se le hizo un nudo en el estómago. ¡No podía ser! ¿Por qué de todas las personas que podrían haber aparecido, justo lo hizo el inefable Franco Palermitano?
Continuará...
El Puma
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