FRONHA: OTTO Y UDO, CAPÍTULO 3 (FINAL)

 


Mientras tanto, Udo no tenía ni la más remota idea de lo que se estaba gestando. Solo pensaba que su hermano era un charlatán de feria que, seguramente, lo iba a atacar pero que el movimiento iba a ser rápidamente reprimido. Ya imaginaba como lo iba a arrojar a las pirañas acusándolo frente al pueblo como un traidor a la patria. Su única obsesión era borrarle a Otto esa insoportable sonrisa de la cara.

         Era domingo, todo era calma. Udo estaba en los jardines del palacio sentado frente a una mesa redonda y tomando té con Pusciasacco. De pronto, un avión chico voló cerca de allí y tiró pequeños afiches. Los hombres de seguridad los tomaron y los mostraron. Desde “Udo el boludo”, hasta el “desde hoy, Fronha tendrá nuevo rey”, se encontraban todo tipo de frases agresivas e hirientes. El rey comenzó a dar órdenes a los gritos. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de reacción, ya que aparecieron otros aviones en el espacio aéreo tiroteando al patio del palacio y rompiendo adornos, además de arruinando el parque. Udo entró de inmediato, sin embargo, no llegó a dar las órdenes de reprimir a tiempo. Ruidos, disparos, caídas y reducciones de los soldados reales se dieron en cuestión de minutos. “¿Qué está pasando, Pusciasacco? – cuestionó Udo – Otto no me avisó que iba a atacar hoy”. El consejero no llegó a escuchar del susto que tenía. Otto, rodeado de hombres armados hasta los dientes tomó por asalto el salón, reduciendo a Pusciasacco y acercándose a su hermano con una sonrisa más sarcástica que de costumbre. “Aquí está Udo el boludo que me va a firmar su abdicación al trono en mi favor”, anunció. “Antes muerto que cederte el trono”, gritó Udo. A lo que Otto sonrió aún más: “De todas formas morirás. Firma”. Udo tragó saliva cuando vio a todos esos hombres armados acercársele. Pálido y temeroso, firmó el papel. Tras hacer un esbozo de sonrisa, Otto ordenó encerrar a Udo y a Pusciasacco en la celda del palacio.

         Al día siguiente, llevaron a los prisioneros al monte. Otto se sentó en el trono y ordenó a la banda musical que entonara la marcha de las pirañas, instaurada durante el reinado de su abuelo Chalo. Udo tenía las manos atadas detrás de su espalda, mientras que Pusciasacco estaba envuelto como si fuese una momia, con la excepción de su cabeza. Primero fueron llevando al asistente arrastrado hasta la punta del monte. Le apuntaron para que se moviera como si fuese una lombriz y rieron mientras lo hacía y caía al vacío o, mejor dicho, al estómago de las pirañas. Otto ordenó que llevaran allí a Udo para empujarlo. En el aire, mientras caía, alcanzó a gritar: “¡Eres una mierda!”

El Puma

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