FRONHA: OTTO Y UDO, CAPÍTULO 1


 

         El reino de Mara fue uno de los mejores que se recuerden en la historia de Fronha. Sin embargo, también tuvo sus detractores, quienes afirmaban que las decisiones las tomaba el rey consorte, Robert “la Fiera” de Baviera. Parte de razón no le faltaba, pero pensar que Mara no tomaba ninguna decisión era no saber absolutamente nada de la historia de Fronha. El matrimonio real tuvo mellizos, a quienes bautizaron Otto y Udo. El segundo de ellos, por haber sido concebido en primer lugar, era el heredero natural al trono. Sin embargo, desde temprana edad, Otto hizo todo lo posible por boicotear a su hermano. Mara, consciente de ese problema y temiendo otro enfrentamiento por el trono, decidió enviar a Otto a la Argentina. La idea era que Otto sea representante de Fronha ante el mundo, un embajador itinerante. Sin embargo, en Buenos Aires, el segundo heredero al trono encontró un lugar cálido y donde podía aspirar a una vida movida. Se instaló en Argentina por muchos años, tejiendo desde allí su llegada al trono que ocupaba su madre.

         Llegó el día de la asunción de Udo. Mara estaba delicada de salud desde la muerte de Robert y sabía que no podía estar lo suficientemente fuerte para reinar, por lo tanto, en cuando Udo cumplió los 18 años, ella abdicó en su favor. La fiesta era, como siempre, grande y pomposa. Otto regresó de Buenos Aires, para presenciarla, aunque por atrás estaba comenzando la conspiración lentamente. Durante la coronación, desde algunas esquinas se escuchaba que se referían al nuevo monarca como “Udo el boludo”. La expresión de Udo se transformó de inmediato. Frunció el ceño, no tanto por el apelativo, sino porque ya sabía de dónde venía. Una vez que asumió, comenzó con audiencias. Al primero que recibió fue a Otto. Este ingresó con una sonrisa mientras el rey lo miraba con seriedad y desagrado. “Imagino que sabrás por qué te cité, ¿verdad? – espetó Udo –

-         No tengo la menor idea… su Majestad.

-         Encima finges demencia. Acaso no crees que sé quien está detrás de esos carteles.

-         ¿Qué carteles?

-         Veo que heredaste el sarcasmo del abuelo Chalo. Esos que hacen riman mi nombre con un apelativo usado por la comunidad argentina.

-         ¡Ah! ¿Te refieres a ‘Udo el boludo’? Bueno, hay que decir que en Argentina hay mucho ingenio para esas cosas. Y la palabra que más se usa en ese hermoso país, combina perfectamente con tu nombre.

-         ¿Y quién fomenta eso? Debo recordar que tú fuiste enviado a Argentina.

-         ¡Oh sí! Los argentinos son muy divertidos.

-         ¿Y estos carteles te divierten?

-         Oh sí, y mucho. Nunca un adjetivo califica mejor a una persona. Como dirían en Buenos Aires, ‘salió un verso sin esfuerzo’.

-         Sabes que no te condeno a las pirañas porque nuestra querida madre aún vive.

-         Como tú también sabes que yo no estoy en tu lugar porque nuestra adorada madre vive.

-         ¿Me estás amenazando?

-         No, sólo te advierto que ocuparé tu lugar en algún momento cuando nuestra madre no esté entre nosotros.

-         Pues yo te advierto que tú la acompañarás el mismo día que se vaya porque te enviaré de aperitivo a las pirañas. Ya tienes una mácula como traidor a la patria.

-         ¿Vas a seguir haciéndome perder el tiempo, boludo?

-         ¿Osas faltar el respeto a tu rey?

-         Es de cariño, mi querido Udo el boludo. Te deseo que disfrutes de tu breve reinado”.

Continuará...

El Puma

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