A CONFESIÓN DE PARTE, CAPÍTULO 5


 

-         Ese silencio dice más que si me hubieras respondido, hija mía.

-         Tengo miedo de responderle.

-         Porque, en el fondo, no soportás que se haya quedado con Alicia. Lo tomás como una derrota. Como lo de Esteban.

-         Pero a Esteban lo dejé yo.

-         Y te hubiera gustado dejarlo en su situación actual y no cuando era simplemente… Esteban. ¿O me equivoco?

-         Y…

-         Que vos tengas miedo me sorprende. Y también es gratificante saber que tenés ese sentimiento. Significa que estás viva, hija mía.

-         Es que es tanto más fácil no tener que sentirlo.

-         Así es, querida. Pero dentro de esas venas corre sangre y todo ser humano tiene un límite. Vos a lo que le tenés miedo es a tu límite. ¿Por qué? Porque nunca lo habías visto antes. Ahora que lo tenés ahí, te asusta. Y eso es bueno.

-         ¿Y quién dijo que yo quería tener ese límite?

-         Que lo quieras o no, lo tenés. Todos lo tenemos. El tema es que, a vos, nadie te lo había marcado. Tuviste que vivir situaciones muy desagradables para que los veas. Todo el mundo tiene un límite.

-         Pero a mí no me gusta tener un límite. Hubiera querido morirme sin conocerlo.

-         ¿Sabés lo que te pasa, hija mía? Estás dejando atrás una etapa de tu vida.

-         Puede ser. Aunque no la termino de cerrar.

-         Nadie dijo que fuese fácil.

-         Será que no quiero hacerlo realmente.

-         Tenés un angelito de un lado que te dice algo y un demonio que te insiste por lo contrario. Siempre es muy tentador lo que te ofrece el demonio.

-         Y se ve que todavía gana. Después de todo eso que me pasó, reincidí.

-         Me lo imaginé.

-         Encontré un tipo… demasiado tranquilo. Tanto que me exaspera.

-         ¿Y entonces para qué te enganchaste con él?

-         Lo tenía de backup.

-         ¿Cómo es eso?

-         Salía con él, pero buscaba a otro. Un sustituto de Esteban.

-         Ah. Por tu tono de decepción, intuyo que no encontraste a otro.

-         Haber estado detenida e involucrada con un caso de asesinato no ayuda mucho. Es el repelente que tengo puesto.

-         A este muchacho se ve que no le importaba. Entonces vos le importabas.

-         Sí…

-         Claramente a vos no.

-         Para peor…

-         ¿Qué pasó esta vez?

-         Me dejó plantada por…

-         Uy, ese tono de derrota total puede ser equivalente a que el tipo se haya ido con Gladys”.

Esa última frase fue el tiro de gracia. Andrea estaba completamente descolocada. Rendida ante la perspicacia del sacerdote, dejó pasar unos segundos antes de estallar en llantos. “Si hubiese sido con otra – dijo mientras sollozaba – creo que hasta no me importaría. ¡Pero con Gladys!

Continuará...

El Puma

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