GOLEADORES DE LOS MUNDIALES: 1978, MARIO ALBERTO KEMPES
Para Argentina, semillero de grandes jugadores, la carga de una pesada mochila se estaba volviendo insoportable. La selección albiceleste era sinónimo de caos y desprestigio para los convocados, no había proyecto a largo plazo. Hasta que luego de la eliminación de 1974, a manos de Países Bajos con goleada y baile incluido, además de una clasificación a la segunda fase arañando y con algunos rumores de incentivación a Polonia para que venciera a Italia y facilitara el avance argentino. Carlos Babington, Miguel Ángel Brindisi y Enrique Wolff admitieron dicha incentivación, mientras que Roberto Perfumo la negó rotundamente cada vez que le preguntaban sobre el tema.
Luego de esa eliminación, se tocó fondo y la oportunidad de demostrar un cambio era en la edición de 1978 que se jugó en Argentina. La Asocación del Fútbol Argentino (A.F.A) apostó a un entrenador joven y exitoso, que acababa de conseguir la primera y única liga de Huracán (en el profesionalismo, claro está) en su historia. Ese director técnico, rosarino, flaco y fumador empedernido, era César Luis Menotti. Se le dieron todas las herramientas necesarias para poder trabajar y el ex jugador de Rosario Central hizo varios experimentos, como juntar jugadores de equipos del interior del país e ir mechándolos con otros de Buenos Aires. Así fue armando un plantel competitivo, vistoso y ganador. Tan es así, que se dio el lujo de dejar fuera de la nómina para el Mundial a un jovencito que ya daba que hablar y que terminó siendo el mejor de todos años después: nada más y nada menos que Diego Armando Maradona.
Para poder hacerlo, está claro que contaba con jugadores de enorme jerarquía. Contaba con Ubaldo Matildo Fillol en el arco, el mejor de esa época y, para muchos, considerado de los tres mejores en su puesto. La defensa era comandada por Daniel Alberto Passarella, un zaguero central zurdo, de muy buena pegada, excelso cabezazo, férrea marcación, cualidades de un jugador de ataque y una personalidad arrolladora. El mediocampo contaba con un pulpo que recuperaba la pelota y la repartía rápido hacia adelante, para que Osvaldo Ardiles, o Daniel Valencia o cualquiera que tuviera la función de generar juego se pudiera lucir. Adelante, Leopoldo Jacinto Luque y la potencia arrolladora de Mario Alberto Kempes.
Este último, cordobés de Bell Ville, pero consagrándose en Rosario Central, era la carta ganadora que Menotti tenía bajo la manga. De tranco largo, gran definición y guapeza, el "Matador" era el terror de los defensores centrales rivales. Sin embargo, en la primera fase del Mundial, cuando Argentina enfrentó a Hungría, Francia e Italia, no marcó goles. Hubo una particularidad, en esos tres partidos, lució unos bigotes. Según contaron varios de sus compañeros, le sugirieron que se lo afeitara para afrontar la segunda fase. Y desde ese momento, mostró su mejor versión. Se lució en el triunfo ante Polonia por 2 a 0, señalando los dos tantos e impidiendo la igualdad transitoria del equipo báltico, sacando la pelota con la mano para que después Fillol le atajara un penal a Kazimierz Deyna. En el partido siguiente, fue igualdad sin tantos ante Brasil, con la "canarinha" mereciendo un poco más. La figura de Fillol evitó la caída. En el encuentro siguiente, Argentina debía vencer a Perú por una diferencia de cuatro tantos. Kempes marcó 2 de los 6 goles con los que los albicelestes vencieron a los incaicos y clasificaron a la final.
Allí, ante Países Bajos, y tomándose revancha del 4 a 0 sufrido en Alemania cuatro años atrás, Kempes señaló dos tantos, el segundo recordado por hacerlo de atropellada, llevándose por delante a toda la defensa neerlandesa. Fue 3 a 1, en el estadio Monumental y allí Argentina gritó finalmente "campeón del mundo". El delantero cordobés fue la figura del certamen, el máximo goleador y marcó goles en la final, logro que no consiguieron ni Diego Armando Maradona, ni Leonel Messi, las otras dos figuras que también usaron la camiseta número 10 heredada del "Matador" en 1978.
Kempes se inició en el Club Atlético y Biblioteca Bell, de su ciudad natal y al poco tiempo llegó a Instituto, muy recomendado por el presidente de su club de origen, Eduardo Tossolini. El titular de la "Gloria" pensaba que se lo quería encajar a toda costa, pero se dio cuenta de que su colega estaba absolutamente en lo cierto en cuanto a los elogios. De Alta Córdoba, se mudó a Arroyito, donde tuvo su mejor rendimiento en el fútbol argentino, defendiendo los colores de Rosario Central. De allí se fue a Valencia, donde fue "pichichi" (máximo goleador) de la liga española. Tras un año de vestir la camiseta de River, en 1981, regresó a España y luego tuvo un tránsito en distintas ligas, varias de ellas exóticas.
En la actualidad, Valencia le ofreció un cargo en el club, cada tanto comenta partidos para la televisión y, en un acto de justicia, el estadio mundialista de Córdoba lleva hoy su nombre.
El Puma
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