MÓNICA, CAPÍTULO 2


 

        Llegó, hizo migraciones, retiró su valija y pidió un taxi. Allí, el chofer estaba convulsionado con una noticia que había escuchado en la radio. “¿De dónde viene, señora?”, le preguntó a Mónica.

         “De Asunción”, respondió ella. “Tuvo suerte de venir acá y no de ir a Buenos Aires”, continuó él y agregó: “Un avión que iba de Asunción a Buenos Aires explotó en el aire. No hubo un solo sobreviviente y todo está incinerado”. Mónica se sobresaltó, aunque no se sorprendió. Jadeó un poco y se recuperó rápido. Dio la dirección a la que se dirigía y no habló más en todo el trayecto.

         Tiburcio estaba en su escritorio prendiendo un habano cubano que había traído en su último viaje a La Habana. Sonreía mientras largaba un humo espeso y observaba las noticias. Se escuchó unos golpes a la puerta y dio la orden para que quien estaba del otro lado entrara. “Ah, sos vos Alicio, dijo sonriente.

-         Sí, patrón. Me imagino que se enteró de la buena noticia.

-         No sabés como me la estoy disfrutando. Mónica no sospechó nada, ¿verdad?

-         Nada. Se creyó que yo estaba de su lado todo el tiempo.

-         Hiciste un muy buen trabajo, Alicio. Y por eso, vas a ser recompensado”.

Tiburcio abrió su cajón. Sacó rápido una pistola calibre 22 y disparó al instante. El cuerpo de Alicio cayó al suelo. “Esto le pasa al que me toma de boludo”, espetó mientras se acercaba al cuerpo caído boca abajo en la alfombra y rematándolo con tres tiros más. “Encima aprovechaste para acostarte con ella”, soltó con un tono despectivo para luego terminar de vaciarle el cargador. Dio una bocanada a su cigarro, soltó otra nube de humo antes de gritar: “¡Gregorio!” Instantes después, un hombre grande y fornido, vestido con un traje negro, ingresó. “Sacá la basura, por favor”, le ordenó Tiburcio y prosiguió: “Llevate también la alfombra y llamá al tapicero para que ponga una nueva”. El hombre tan sólo asintió con la cabeza y cumplió con la orden. El patrón, mientras tanto, salía de la habitación disfrutando de su habano.

Mónica ya descansaba en su hotel, en pleno barrio de Pocitos. Miraba por la ventana la tormenta y las nubes negras con truenos y relámpagos lejos en pleno Río de la Plata. Después de haber cumplido con la primera parte de su plan, solo tenía un objetivo fijo en su cabeza. Había empezado a maquinar la idea en su última visita a Buenos Aires. Allí se dio cuenta de que no quería más vivir de esa manera. Le llevó varios meses poder ponerlo en marcha y ahora estaba más decidida que nunca.

Continuará...

El Puma

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