LA NUEVA HERENCIA, CAPÍTULO 1
Eugenio Muratore llegó a su casa después de una jornada muy
larga. Dejó su portafolio en el piso y, al notar que no había nadie ahí,
prendió el televisor. Escuchó algo y paró la oreja. Miró fijo la pantalla, oyó
la noticia, apagó el televisor y tomó su teléfono. “Hola… Pedro… tenemos que
juntarnos a hablar… sí… un negocio en puerta… no se nos puede escapar… dale,
nos vemos en el bar de siempre”, dijo antes de cortar.
Cuando llegó, su socio ya estaba pidiendo un cortado.
“Espero que me hayas hecho venir para algo que valga la pena, comenzó Pedro.
-
Creeme que sí.
-
Te escucho.
-
Hay un crack en Fronha y lo tenemos que
traer, antes de que los contra nos lo saquen.
-
¿Quién es el crack?
-
Se llama Peter Stevens y juega en Defer.
-
¿Un Tore Halversen?
-
No es goleador, pero es creador. Muy hábil
y prototipo de jugador para nuestro club.
-
¿Y los otros se lo quieren llevar?
-
Eso dijo uno de los alcahuetes que tienen
de periodista.
-
Debe ser humo.
-
Puede ser, pero antes de que alguno de
ellos lo vaya a ver, tenemos que anticiparnos. Vamos para Fronha mañana mismo y
le tiramos una oferta.
-
¿Esto es nuevo o ya lo venís procesando?
-
No pudimos traer a Daniel Arévalo, a éste
lo podemos traer por mucho menos.
-
¿Cómo dijiste que se llama?
-
Peter Stevens.
-
¿Algo que ver con…?
-
¿Elizabeth? Sí, es el hijo”.
Pedro
puso una cara rara, no entendía por qué su socio tenía esa ansiedad. Se dejó
llevar por la intuición de su socio, quien nunca había fallado con su ojo
clínico. Salieron al día siguiente para Fromberg. El viaje demoró más de lo
habitual, entre el avión que demoró en las distintas escalas y la huelga que
había en el personal aeroportuario de la capital de Fronha. Bajaron y se
instalaron en el hotel Joao II, cerca del club Defer. A través de la Federación
local, consiguieron entradas para el próximo encuentro del local ante Fromberg
Athletic Club. Había un marco importante de público, a pesar de algunos huecos
que se divisaban en sectores laterales. Salió el equipo a la cancha y Eugenio
divisó enseguida a quien habían ido a buscar: el capitán que lucía la camiseta
número 10. “No es un goleador como Tore Halversen, pero es un gran armador y
muy habilidoso”, le decía a Pedro con gran entusiasmo. Este último lo miraba
con una expresión extraña. Hizo una mueca como preguntándole “¿no estarás
exagerando?”
Pedro
comenzó a observar al muchacho. Averiguó que tenía 25 años, vio las fotos y la
información que había sobre él. Los números eran muy interesantes, aunque había
que verlo en vivo y en directo. El partido comenzó. Stevens se mostraba muy
activo, pidiendo la pelota y comandando las acciones de su equipo. La manera de
gesticular y de moverse llamó la atención de Pedro quien susurró a Eugenio:
“Che, ¿me parece a mí o tiene un aire a Daniel Arévalo?”. “¿Viste? Sabía que lo
notarías”, le respondió Eugenio con un entusiasmo que, por momentos, cansaba. “¿Por
eso es que tenés tanto entusiasmo?, continuó Pedro, ¿te quedaste caliente con
Arévalo y fuiste a buscar a alguien parecido?” “A vos no te puedo engañar,
Pedrito”, contestó sonriente Eugenio. El partido finalizó 1 a 0 con un gol de
Stevens de tiro libre y la ovación de todo el estadio para su capitán. Ambos
regresaron a su hotel y Pedro ya estaba convencido con el pálpito de su socio.
Al
día siguiente, se acercaron a las oficinas de Defer. Ya los conocían bastante
bien y los hicieron pasar. El gerente, James Whelan, un hombre alto, flaco y de
rasgos más bien británicos, los atendió. “Iremos directamente al grano –
arrancó Eugenio –, queremos llevarnos a Peter Stevens a la Argentina para jugar
en River.
-
Como hicieron con Tore Halversen,
respondió Whelan.
-
Así es.
-
Bien, no estamos interesados en venderlo,
pero escucharé su oferta.
-
Le propongo comprar la mitad de su ficha
para así compartir una posible venta a Europa.
-
¿Cómo sabe usted que irá a Europa?
-
Porque es un gran jugador.
-
Ya nos perdimos a Halversen en la
selección de Fronha, no queremos repetir el error.
-
A Halversen se lo perdieron porque nunca
estuvieron detrás de él. Además, imagino que, con la edad que tiene, ya jugó
partidos en su selección.
-
Sí, pero solo amistosos. Ahora vienen las
eliminatorias y queremos contar con él.
-
Lo harán.
-
¿Prometen cederlo a la selección cuando se
lo llame?
-
Jamás nos negaremos a eso.
-
Su ficha cuesta 4 millones de dólares.
-
Bueno, 2 millones por la mitad de la ficha
y compartir la ganancia en una futura venta.
-
Si en tres años no lo venden, tendrán que
comprar la otra mitad de la ficha.
-
En cuatro.
-
En tres, y es mi última palabra”.
Pedro
y Eugenio se miraron. Whelan estaba impasible. Los dos argentinos coincidieron
y accedieron. Solo restaba juntarse con el jugador. Ese día, el plantel estaba
licenciado. Regresaron al día siguiente para ver la práctica. Stevens ya estaba
enterado y estaba ansioso por juntarse con los dirigentes. Luego del
entrenamiento, Stevens se duchó y fue para la oficina de Whelan. Allí los
presentaron y se le dibujó una expresión de asombro en su rostro cuando saludó
a Pedro. “Señor Vlaovic – exclamó Stevens – que gusto conocerlo. Mi madre me
habló mucho de usted.
-
¿En serio? Y eso que la vi solo una vez.
-
Es cierto. Fue justo la noche en que
sufrió ese terrible accidente.
-
Lamento mucho lo sucedido.
-
No se preocupe. Será un honor tratar con
usted”.
Mientras
seguían conversando, Eugenio abrió los ojos en forma de sorpresa. Tenía un
presentimiento en ese momento, pero no sabía exactamente cuál. Pedro y Stevens
congeniaron enseguida, parecía que se conocían desde hacía mucho tiempo. Decidieron
esperar al final del campeonato en Fronha para que el capitán de Defer pasara a
River.
Llegó
el día de presentar los refuerzos y, como suele pasar en estas ocasiones, la
prensa estaba al acecho para conseguir las palabras de ellos. Aunque en este
caso, también querían saber quien era este jugador proveniente de Fronha. El
inefable Bastián Polievsky, detractor de Tore Halversen en su momento, veía la
veta para criticar esa compra. “River da un golpe sorpresa en el mercado –
arrancó al inicio de su programa –. Otra vez apuesta a un jugador ignoto, de un
país desconocido futbolísticamente. Fronha… yo no sé ni donde queda Fronha.
¿Alguno de ustedes sabe realmente? ¿No tiene pibes de las inferiores para
promover que tiene que ir a buscar a un jugador de 25 años… a Fronha? Yo no
entiendo. Boca compra jugadores, pero los trae de lugares con cultura
futbolística. ¿Ustedes ven a los dirigentes de Boca ir… a Fronha? No entiendo.
Veremos que tiene para demostrar. Lo de Halversen, hasta lo puedo comprender
porque lo trajeron con edad de quinta división. ¿Pero esto? No sé, no lo veo.
Miren que yo veo mucho fútbol y este tipo jamás lo sentí nombrar. O hay algo
raro en todo esto. ¿No lo querrán nacionalizar a este también? Es un lindo tema
para abrir el debate en esta mesa”. Pedro escuchaba cada palabra y se sonreía.
“No sabés lo que te espera, Polievsky”, decía mientras miraba en la pantalla la
imagen del desvergonzado hombre de prensa.
Continuará...
El Puma
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