EL LABERINTO DE ALICIA, CAPÍTULO 9


 

Andrea estaba pálida y transpiraba. De pronto se le secó la boca y cuando iba a ser escoltada, se desmayó. La reanimaron y se la llevaron. Elvira se retiró del lugar en forma casi imperceptible. Alicia tenía una gran sensación de alivio, pero también de preocupación. Se pasó a un cuarto intermedio hasta el día siguiente. Allí fue llamado Humberto Rivera al estrado. El fiscal, que estaba cada vez más abatido pero su tozudez no le permitía derrumbarse, seguía con su propósito. Rivera se subió al estrado e hizo el juramento. Elvira comenzaba. “Señor Rivera, cuéntenos qué pasó la mañana del 17 de junio, por favor.

-         Ese día me levanté temprano, para hacerme unos mates y Renata estaba despierta…

-         ¿Su esposa?

-         Sí señor.

-         Continúe.

-         Ella estaba despierta y ya me había preparado los mates. Salió temprano y yo me quedé en casa desayunando.

-         ¿Cuánto tiempo quedó en su casa?

-         Una hora, más o menos.

-         ¿Y luego qué hizo?

-         Fui a la oficina.

-         ¿Volvió a hablar con su esposa entre el momento en que se fue y luego cuando fue asesinada?

-         No señor.

-         ¿Cómo se entera usted del hecho?

-         Por un llamado telefónico.

-         ¿A quién encuentra usted cuando llega a su casa?

-         Veo a Renata en el piso muerta de un golpe en la cabeza. Además de a Alicia detenida.

-         ¿Usted ya había dejado a la señorita Nieves?

-         Teníamos encuentros ocasionales, pero todo había terminado.

-         ¿Qué hacía ella en su casa?

-         No tengo idea.

-         ¿Volvió a hablar con la señorita Nieves?

-         No señor.

-         Muy bien, no más preguntas”.

Continuará...

El Puma

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