EL LABERINTO DE ALICIA, CAPÍTULO 8

 


Elvira caminaba hacia su banco con una indisimulable sonrisa. Miró a Blanco con sorna, pensando para sí mismo “a ver cómo salís de esta”. Lejos de amedrentarse o preocuparse, el abogado se levantó lentamente, observó a la testigo y, además de notar un atractivo y una belleza especial en ella, observó que se tocaba su cabellera colorada oscura con demasiada frecuencia. “Señorita Tellucci – comenzó - usted trabajaba en la empresa bastante antes de que entrara la señorita Nieves, ¿es correcto?

-         Sí señor.

-         ¿Qué trato tiene con sus compañeros?

-         Estrictamente profesional.

-         Ajá. ¿Tuvo usted algún amorío o intimó con alguno?

-        

-         Objeción señoría – intervino el fiscal – no veo la relevancia.

-         Quiero primero constatar ciertos episodios para después llegar a un punto específico con respecto al testimonio de la señorita Tellucci.

-         Objeción denegada. Continúe doctor Blanco.

-         Gracias su señoría. Y bien, espero su respuesta señorita Tellucci.

-         Bueno… no… sé… a qué se refiere.

-         Señorita Tellucci, tengo 20 dedos, ¿cuál quiere que me chupe?

-         Objeción…

-         Retiro lo dicho y pido disculpas a su señoría.

-         Que no se repita – respondió el juez en forma tajante – doctor Blanco.

-         Está bien, su señoría. Retomando, sabe a lo que me refiero señorita Tellucci, ahórreme tener que ir a los detalles.

-         ¿Se refiere a una relación o a una aventura?

-         Ambos.

-         Aventuras tuve algunas.

-         ¿Con el señor Barbagelatta tal vez?

-        

-         ¿Debo tomar su silencio como un sí?

-         No me siento cómoda al hablar de esto.

-         Pero si se sintió cómoda para comentar intimidades de la señorita Nieves. Puedo entenderlo. Le pido que haga un esfuerzo. ¿Debo tomar ese silencio como un sí?

-         Sí señor.

-         También tuvo un affaire con el señor Javier Cazevski con quién solía encontrarse en el último subsuelo, ¿verdad?

-         Sí – el tono de Andrea era cada vez más bajo – señor.

-         Según pude averiguar, otra de sus conquistas…

-         Objeción señoría. Mi colega se burla de la testigo.

-         No me burlo, solo narro y pregunto.

-         Denegada.

-         Prosigo. Otra de sus conquistas, ¿no fue el señor Diego Danieli?

-         Sí… señor.

-         Vaya, vaya. No se avergüence, no la culpo. Es usted muy atractiva.

-         Objeción señoría…

-         Retiro lo dicho. Continuando con la línea. Otra de sus conquistas… quizás la más importante, es nada más y nada menos que la de Humberto Rivera, ¿no es así?

-         ¿Qué?

-         Le recuerdo que está bajo juramento. Le repito la pregunta, ¿fue Humberto Rivera una de sus conquistas?

-        

-         Espero su respuesta.

-         Señorita Tellucci – intervino el juez – debe responder a esa pregunta.

-         Sí, pero…

-         ¿Sí tuvo un romance con el señor Rivera?

-         Sí, pero…

-         Sin peros, señorita. ¿Tuvo un romance con el señor Humberto Rivera?

-         ¿Cómo lo supo?

-         Usted está para responder preguntas, no para hacerlas. ¿Tuvo un romance con el señor Humberto Rivera?

-         Sí.

-         ¿Y cuándo terminó ese romance?

-         Bueno, no sé exactamente cuándo.

-         ¿O acaso no terminó?

-         Sí, terminó.

-         ¿Está segura?

-         Sí.

-         Le recuerdo que está bajo juramento. ¿Debo recordarle qué le puede suceder si da falso testimonio?

-         No, no hace falta.

-         Entonces vamos de nuevo, ¿terminó el romance?

-         Objeción señoría, la pregunta ya fue respondida.

-         Permítanme dudar de la respuesta y repreguntar.

-         Lo permitiré solo una vez.

-         Gracias su señoría. Espero su respuesta.

-        

-         Quien calla otorga, tomaré eso como un no. ¿O quiere responder?

-         Nunca terminó, aunque hace tiempo que no nos frecuentamos.

-         ¿Y eso por qué?

-         Porque él empezó a frecuentar a Alicia.

-         ¡Vaya, vaya! La historia va tomando forma. ¿Cómo tomó usted ese cambio?

-         No me cambió.

-         ¿Dice usted que siguió frecuentándolo?

-         … – Andrea miraba al fiscal buscando una respuesta – bueno, no recuerdo muy bien.

-         Quizás pueda ayudarla a refrescar su memoria, señorita Tellucci. Todos sabemos que el señor Rivera no dejó títere con cabeza en la oficina, sin ánimos de ofender. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo un encuentro con él?

-         No lo recuerdo.

-         Acudiremos a los recordatorios. ¿Qué hizo usted cuando se enteró del crimen de la esposa del señor Rivera?

-         Fui a verlo.

-         ¿El día del crimen?

-         Sí.

-         ¿Adónde?

-         A su casa.

-         O sea que usted estuvo en su casa el día del crimen.

-         Bueno…

-         Esto se pone muy interesante. ¿Tuvo usted relaciones con él ese día?

-        

-         ¿Debo asumir que sí?

-        

-         Muy bien. Debo asumir que usted fue a consolar al señor Rivera el día del asesinato de su esposa y ese consuelo fue acostarse con él, en su casa, con el cadáver aún tibio.

-         No señor.

-         Me dice que fue el día del crimen.

-         Sí…

-         Y que tuvo relaciones.

-         Sí…

-         A poco tiempo del crimen.

-         No, fue antes de…

-         Antes del crimen usted tuvo relaciones con el señor Rivera.

-        

-         Señoría, solicito que se arreste a la señorita Tellucci hasta tanto no se termine de definir este asunto.

-         Ha lugar. La señorita Tellucci permanecerá detenida y se le permitirá la visita de su abogado”.

Continuará...

El Puma

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