EL LABERINTO DE ALICIA, CAPÍTULO 7
El juicio pasó a un cuarto intermedio. El juez Collina lo dispuso, Elvira
lo tomó como una pequeña bocanada de aire fresco, mientras que Blanco saboreaba
el momento. Sabía que había destrozado al testigo del fiscal y ya le había
encontrado el punto débil. Salió con Alicia del juzgado y en los pasillos se
cruzaron con Rivera. Él clavó la mirada sobre Alicia, ella bajó la cabeza. A
Blanco se le encendieron algunas alarmas. Antes de dejar a su cliente, le
preguntó por qué y ella respondió tener temor de ese hombre. Asintió, pero no
muy convencido.
Al día siguiente, fue
llamada al estrado Andrea Tellucci, compañera de trabajo de Alicia. Elvira, que
ya tenía mejor semblante con respecto al día anterior, comenzó: “Señorita
Tellucci, ¿qué tan cercana es usted de la acusada?
-
Compartimos la misma área.
-
¿Qué trato solían tener?
-
Muy bueno.
-
¿Puede decirse que hasta era confidencial?
-
¿A qué se refiere?
-
A que compartían anécdotas personales o eventos, por ejemplo.
-
Sí, hemos llegado a ser confidentes.
-
¿Le habló ella de su relación con el señor Humberto Rivera?
-
Sí señor.
-
¿Qué le contó?
-
Me dijo que lo empezó a frecuentar después de cruzárselo en
un bar en el centro.
-
¿Cuánto tiempo frecuentó al señor Rivera?
-
Unos meses.
-
Cuándo empezó, aún estaba en pareja y conviviendo con el
señor Juan Carlos Prongongo, ¿verdad?
-
Objeción señoría – interrumpió Blanco – es irrelevante puesto
que ya está respondida esa pregunta.
-
Denegada – respondió Collina en forma tajante –, continúe
doctor Elvira.
-
Gracias señoría. Espero su respuesta señorita Tellucci.
-
Sí, ella aún convivía con su pareja.
-
Señorita Tellucci, en declaraciones de distintos compañeros
de trabajo, el romance tomó conocimiento público. En sus charlas con la
acusada, ella le hablaba del romance.
-
Sí señor.
-
¿Qué contaba?
-
Se jactaba de dicho romance.
-
Continúe, por favor.
-
Comenzó a mirar a ciertas personas por sobre su hombro. Dejó
de saludar a varios de los compañeros.
-
¿Y con usted?
-
Seguía contándome cosas, pero yo sentía que ella se ponía en
un pedestal por encima de mí.
-
Interesante. ¿Le contaba de los encuentros con el señor
Rivera?
-
Sí, de los encuentros, los regalos caros de él, las escapadas
y hasta la intimidad.
-
Cuénteme sobre eso último.
-
Todas las tardes, él la convocaba a su oficina donde quedaban
encerrados por horas. Los gemidos y gritos eran difíciles de tapar, se
escuchaba todo.
-
¿Qué le contaba ella sobre la relación?
-
Que Humberto Rivera la había vuelto loca y que era un amante
espectacular, el mejor que había tenido.
-
¿Alguna vez le habló de la esposa del señor Rivera?
-
Sí.
-
¿Qué le decía?
-
Que no veía la hora de que se separaran para irse a vivir con
él.
-
¿La odiaba?
-
Sin dudas.
-
¿Usted cree que era motivo para que la matara?
-
Objeción señoría. La testigo no está para determinar si la
acusada la mató o un eventual motivo.
-
Ha lugar.
-
Retiro la pregunta, su señoría. Señorita Tellucci, ¿vio usted
a Alicia Nieves el día del crimen?
-
Sí señor.
-
¿Habló con ella?
-
Sí señor.
-
¿Qué le dijo?
- Me contó que se iba a instalar a la casa de Humberto Rivera porque el matrimonio suyo murió y que nacía una nueva relación.
- Gracias, no más preguntas”.
Continuará...
El Puma
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