EL LABERINTO DE ALICIA, CAPÍTULO 5
Manuel Elvira tenía mal
semblante. Nada distinto a lo normal, pero esta vez era aún más visible. Se
tomó unos minutos hasta llamar a su siguiente testigo, Juan Carlos Prongongo,
un hombre joven vestido con ropa elegante y nueva. Luego de tomarle juramento,
el fiscal comenzó su interrogatorio. “Señor Prongongo, ¿qué vínculo tiene usted
con la señorita Alicia Nieves?
-
Fuimos pareja durante un tiempo.
-
¿Cuánto tiempo?
-
Unos tres años.
-
Puede contarnos por qué terminó, por favor.
-
Yo diría que fue por desgaste y la convivencia.
-
¿Nada más?
-
Objeción señoría – intervino Blanco – el testigo ya respondió
la pregunta.
-
Lo voy a permitir, objeción denegada. Continúe doctor Elvira.
-
Gracias señoría. Espero su respuesta señor Prongongo.
-
Bueno, Alicia había conseguido su empleo actual y empezaba a
quedarse después de hora, ya sea para tomar algo con los compañeros o porque su
jefe se lo pedía.
-
Se refiere al señor Rivera.
-
Sí señor.
-
Cuente como fueron los últimos meses. ¿Hubo infidelidades?
-
Sí.
-
¿Muchas?
-
Calculo que sí.
-
Señoría – volvió a objetar Blanco – el testigo no es claro. Y
le recuerdo al señor Prongongo que está bajo juramento.
-
Ha lugar. Señor Prongongo, le pido por favor que sea más
preciso en sus respuestas. El fiscal le preguntó si hubo infidelidades y usted contestó
afirmativamente. Responda con claridad a las preguntas.
-
Sí señoría.
-
Y bien – retomó Elvira – le repito la pregunta, ¿fueron
muchas?
-
Sí.
-
¿Cómo fue que se dio cuenta?
-
Varias noches ella llegaba muy tarde.
-
¿Qué tan tarde?
-
Casi de madrugada.
-
¿Qué razones le daba?
-
Al principio no le pregunté, pero después de la cuarta o
quinta vez que sucedió, empecé a interrogar.
-
¿Qué respuestas obtenía?
-
Que su jefe era muy exigente y la tenía trabajando hasta
tarde.
-
¿Y usted le creyó?
-
Al principio le creí. Después empecé a sospechar y me puse a
hacer averiguaciones.
-
¿Y qué pudo averiguar?
-
Bueno, empecé a revisar mensajes y encontré algunos subidos
de tono.
-
¿A qué llama usted subidos de tono?
-
Mensajes eróticos, sugestivos y de alto contenido sexual.
-
¿Cuál fue su reacción?
-
Enojo.
-
¿Qué hizo después?
-
Me apersoné en la oficina uno de los días que se quedó a
trabajar.
-
¿Y qué encontró?
-
Entré a la oficina y encontré al señor Rivera y a Alicia
teniendo relaciones sexuales arriba del escritorio.
-
¿Usted la creía capaz de hacer algo así?
-
Al principio no, pero uno nunca termina de conocer a las
personas.
-
Objeción señoría – exclamó Blanco – lo último es irrelevante.
-
Ha lugar.
-
Retomaré por otro lado – espetó Elvira – y pidiendo que el
último comentario quede apartado. Señor Prongongo, usted dijo que al principio
no la creía capaz de algo así. Ahora, ¿usted de qué la cree capaz?
-
De lo que sea.
-
¿Y cuál cree que sea su objetivo?
-
Señoría – manifestó Blanco con mucho fastidio – no entiendo a
qué quiere llegar el doctor Elvira. El testigo ya dijo que al principio no la
creía capaz de engañar e insiste en lo mismo. ¿Cuál es el punto?
-
Coincido. Doctor Elvira, déjese de rodeos y vaya al punto. Si
es que hay uno.
-
Lo hay señoría. ¿Usted cree capaz de cualquier cosa a la
señorita Nieves?
-
Sí.
-
¿Incluso de matar a alguien?
-
Señoría – se fastidió aún más Blanco – el testigo no está
capacitado para responder a esa pregunta y, en caso de hacerlo, está dando una
opinión pero no está aportando ningún hecho concreto.
-
Coincido.
-
Retiro la última pregunta – retomó Elvira con un esbozo de
sonrisa sarcástica – y le hago la siguiente, ¿llegó a hablar con la señorita
Nieves del tema luego de ese hecho?
-
No, simplemente terminamos la relación.
-
No tengo más preguntas”.
Continuará...
El Puma
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