M3R, CAPÍTULO 5


 

            El encuentro en Ezeiza fue muy cálido y efusivo. Se dieron un largo abrazo e intercambiaron sonrisas y miradas cómplices. Salieron de allí hacia el hotel dónde Raben estaba alojado para dejar las cosas y recorrer viejos rincones que parecían olvidados. Después de mucho caminar, entraron a un bar y pidieron un café. Se miraban por ratos largos sin hablar, no hacía falta. “¡Cuánto tiempo sin vernos!”, comenzó Raben.

            “¡Muchísimo! Yo con las chicas seguía en contacto y nos vimos varias veces, pero vos te habías perdido”.

            “Y mal. Nunca debí haberme alejado de ustedes”.

            “No te lo reproches, nadie lo hizo en todo este tiempo. Vos tuviste tu momento malo también. Yo quise ir a visitarte, pero no dejaban entrar a nadie”.

            “Sí, debe haber sido cuando estaba sedado y con electro shocks”.

            “No me puedo ni imaginar lo que debés haber pasado”.

            “Fue horrible. Pero fue necesario. Estaba muy mal”.

            “Fuiste el personaje de los programas de chimentos. En Paraguay todo el mundo vio tu caso”.

            “Me imagino. Cambiando de tema, ¿cuándo te enteraste de lo de Magalí?”

            “Ni bien se enfermó. Estábamos en contacto. Nos contó que había estado con vos el día que se enteró”.

            “De haber sabido…”

            “No hubieses podido hacer nada, Raben. Esa enfermedad de mierda se la llevó en tres meses”.

            “¡Increíble!”

            “Siempre pensamos que ustedes dos terminarían juntos”.

            “Pero si nos turnábamos. O incluso era…”

            “Ni lo digas. Sí, así era. Pero Magalí estaba perdidamente enamorada de vos”.

            “¿Y ustedes?”

            “Ay Raben, ¿de verdad te tengo que explicar?”

            “No, ya entendí. ¿Cuándo la viste por última vez?”

            “Viajé a Buenos Aires varias veces. Fue jodido porque ese año me casé. Hice malabares entre los preparativos y las visitas a Magalí”.

            “¿Nunca pensaron en contactarme?”

            “Martina y yo mil veces, Magalí no quiso”.

            “¿Por qué?”

            “¡Ay Raben! Ella no quería que la vieras así. Prefirió tener ese último recuerdo tuyo, de esa noche que pasaste con ella. Vos se la alegraste. Había estado llorando toda la tarde”.

            “¡Cómo no me di cuenta!”

            “No te lo reproches. Si hubieses visto lo feliz que estuvo al día siguiente ni bien te fuiste. Sin que lo pidiera, tuvo su último momento de felicidad con vos”.

            Raben estaba cada vez más atónito. No daba crédito a todo lo que escuchaba. Bajaba su cabeza mirando al pocillo de café que tenía delante suyo. Mónica le tomó la mano, esperó a que él levantara la cabeza y le dijo: “Así fueron las cosas, Raben. Sabé que la última vez que la viste, ella fue feliz”. Sus ojos se pusieron llorosos y ella lo abrazó. Le acariciaba la cabeza mientras estallaba en llantos en el hombro de Mónica.


Continuará...

El Puma

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