CULPABLE O INOCENTE


 

         El fiscal estaba en llamas. El caso lo había conmocionado a tal punto que parecía tomárselo como algo personal. Estaba descontrolado, irascible e insoportable. Hasta que el juez detuvo todo con un cuarto intermedio. Solicitó un encuentro. “Doctor Elvira, comenzó, no sé qué fue lo que sucedió ahí adentro o si usted se encuentra en sus cabales, pero no pienso volver a tolerar un espectáculo tan patético y lamentable como ese al que acabo de asistir. Si cree que no está en condiciones de seguir con este caso, dígalo”. Elvira asentía en silencio. Solo atinó a disculparse y prometió comportarse. Salió del lugar y regresó a la fiscalía a seguir trabajando sobre el caso.

         Enrique Blanco lo había recusado una vez más sin éxito. Había lidiado varias veces con él, pero jamás lo había visto tan intratable. Estaba a punto de salir de los Tribunales cuando escuchó a un grupo que estaba manifestándose ahí con consignas como “Elvira misógino”. Con el pasar de los minutos, comenzaron a arrojar piedras y objetos contundentes hacia la ventana de la oficina del fiscal. Este debió salir custodiado y tardó mucho tiempo en poder cruzar por donde los manifestantes lo agredían verbalmente y hasta lo escupían. Tras tantos años de profesión, de trabajar en el derecho penal y de acusar delincuentes de la peor calaña, nunca imaginó que se encontraría ante esa situación.

         Aterrorizado y herido, salió de su casa con rumbo desconocido. Por varios días nada se supo de él. Debía prepararse para enfrentar un jury de enjuiciamiento a poco tiempo de poder solicitar la jubilación. En la puerta de su casa, seguían estos grupos radicalizados insultándolo. Él veía las imágenes por televisión desde el lugar en el que estaba. Fue denunciado por un estudio de abogados que lo acusó de ser misógino. Es cierto que tenía mucho énfasis en acusar a acusadas de asesinato y, más de una vez, había errado en su juicio.

         Esa noche, después de haber permanecido en bata desde que había llegado, con una barba desprolija y semi canosa, escuchó que llamaban a su puerta. Decidió no atender, pero la insistencia fue tanta y al escuchar una voz familiar ofreciéndole ayuda, abrió la puerta. “Doctor Elvira, yo estoy dispuesto a ayudarlo, pero va a tener que hacer todo lo que yo le diga. ¿Me entendió?”, le exigió su visitante con énfasis. El fiscal no tenía fuerzas y solo quería que esta pesadilla se terminara. Ambos sellaron el acuerdo con un firme apretón de manos.

         Llegó el día del jury. Los periodistas estaban ahí pendientes. Mucho hablaron del “polémico fiscal misógino y machista” y tejiendo historias, muchas de ellas falsas. “Mi cliente no va a hacer declaraciones. Con permiso, tenemos audiencia, muchas gracias”, los frenó en seco el doctor Enrique Blanco, quien para sorpresa de todos los presentes, asumió la defensa de quien fue su más acérrimo rival en muchos años.

El Puma

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