UNA BRISA DE ALIVIO Y MUY POCO PARA ILUSIONARSE


 

    En el debut del Mundial, Argentina se comió un fuerte cachetazo y en el segundo partido se notó mucho. Jugadores sin actitud, sin asociarse y mostrando un desorden táctico fruto de ese baldazo de agua fría que le propinó Arabia Saudita, era el cóctel explosivo visible y preocupante. Lionel Scaloni realizó cinco cambios, queriendo mostrar su mano, pero lo que se vio fueron modificaciones por el hecho de hacerlas. Durante gran parte del primer tiempo, el conjunto albiceleste se mostró demasiado timorato y falto de ideas. Solo Gonzalo Montiel y Ángel Di María se mostraban como los voluntariosos que querían torcer la historia. Afortunadamente, del lado de México se veía más dinámica y velocidad pero pocas ideas para vulnerar a una defensa muy poco sólida, pero que tampoco sufrió muchos contratiempos. 

    El cambio de los dos laterales fue acertado. Gonzalo Acuña y Montiel le dan más seguridad al equipo para jugar por los costados. Guido Rodríguez por Leandro Paredes también fue acertado, puesto que el primero es un volante central natural. Si bien el jugador del Betis no jugó un gran partido, se vio un poco más de circulación de pelota y algo más de control en el medio que con Paredes. Lautaro Martínez estuvo desconocido, no gravitó y pareció estar obnubilado por la presión que, inesperadamente, se instaló en los albicelestes. Rodrigo De Paul sigue en la intrascendencia total. No acertó ni un pase, no ayuda en la marca y está más pendiente de protestar que de jugar. Su rendimiento cayó demasiado y es para preguntarse seriamente si no es el momento de cambiarlo. 

    En el segundo tiempo, la desorientación de Scaloni era cada vez más visible. Empezó a mover el banco y sus cambios fueron inexplicables. Cuando Alexis Mac Allister estaba levantando su rendimiento, lo sacó. Cambió a Montiel y Di María que habían sido los mejores de la etapa inicial. Acertó con el ingreso de Enzo Fernández y Exequiel Palacios, pero la duda era por los jugadores que salieron. También sacó al único volante de marca que tenía. Por suerte para él, a México no se le caía una idea para aprovechar el hueco que dejó Argentina en el mediocampo. Y cuando el 0 a 0 parecía inamovible, pasó lo único que podía pasar para romper estos resultados: apareció el distinto. Lionel Messi agarró la pelota, pateó al arco sorprendiendo a todos y abrió el marcador. Sobre el final, Enzo Fernández hizo un golazo de otro partido y con el 2 a 0 final, algún desprevenido o resultadista quizás piense que se jugó bien. Nada de eso ocurrió. Se consiguió un poco más de oxígeno y lo que volvieron fueron las chances de clasificar ganando el último partido y no depender de nadie. Ahora, habrá mucho por trabajar y mejorar. Porque jugando así, lo de hoy solo será una brisa que trajo alivio pero muy pocas ilusiones.

El Puma

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