REPORTAJES DE BORIS STEPANEK: BRUNO CAMPAGNOLI, CAPÍTULO 6
- ¿Cuándo escapó de Fronha, sabía hacia dónde se iba a dirigir?
-
Sí.
-
¿Por qué Italia?
-
Por mi abuelo. Era
italiano, me enseñó a hablar el idioma, en casa todos teníamos pasaporte
italiano. Desde el momento en que salí de Fronha, Italia estaba en el horizonte.
-
Hábleme de su mujer y
su hijo.
-
Carolina era la
persona más buena que conocí en mi vida. No tenía maldad. Guadalupe nunca me
perdonó que después de ella, me haya relacionado con Carolina. La odiaba.
-
¿Por qué?
-
Primero por su
familia. Y luego porque la envidiaba. Carolina tenía todo lo que a Guadalupe le
faltaba.
-
Se lo dio por
desaparecido mucho tiempo. ¿Cómo fue su vida en ese interín?
-
Fue mi mejor etapa.
Al principio tenía mucho miedo. Pero cuando pasó el momento más difícil, me
instalé en Bergamo, volví a formar una familia y trabajé en el colegio hasta
que me jubilé.
-
Ahí fue cuando lo
encontraron. ¿Cómo fue ese momento?
-
Llegué a mi casa al
mediodía. Me esperaba mi mujer para almorzar y veo a un patrullero en la
puerta. Me llevaron detenido y por la noche fui llevado al aeropuerto de Milán
para ser extraditado.
-
¿Cómo fue su llegada
a Fronha?
-
Muy difícil. Estaban
los medios oficiales, el grupo de choque del gobierno, encabezado por Los
Rompes, que me insultaba e intentaba agredirme y el resto de la gente. Me
descompensé, pero aun así me llevaron al calabozo. Ahí fue cuando me vino a ver
Guadalupe y me dijo “yo misma te voy a matar, como maté a Giuliano, Carolina y
Giacomo”. Montaron una farsa de tribunal y me condenaron a muerte. Por suerte,
el día anterior a mi fusilamiento, el gobierno cayó derrocado y Guadalupe huyó.
-
Pero sin embargo,
usted siguió preso hasta que Guadalupe fue extraditada.
-
Hasta que fue
fusilada. Ese mismo día, me liberaron.
-
¿Por qué cree que lo
tuvieron encerrado después de que ella fue derrocada?
-
Otra de las tantas
incoherencias de mi país de nacimiento. Nunca lo entendí.
-
¿Alguien se lo
explicó?
-
No, simplemente me
dejaron en la cárcel.
-
¿Usted presenció el
fusilamiento?
-
Sí.
-
¿Qué sintió en ese
momento?
-
Al ver a Guadalupe
así, decrépita y senil, me dio mucha lástima. Que ella se lo buscó, no hay
dudas. Era muy difícil explicarle a la gente que con una reclusión domiciliaria
perpetua, alcanzaba. Hizo mucho daño y la gente perdió la cabeza. Esa imagen de
un enorme pelotón para fusilar a una anciana y los festejos de la gente en la
plaza central de Fromberg, fue muy triste.
-
¿Sintió que se había
hecho justicia?
-
Sí, pero no creo en
la pena de muerte. No se lo deseaba.
-
Usted conoció a
Grisello Pato, a Yayo y a Guadalupe. ¿Qué me puede decir de cada uno?
-
Grisello Pato era un
hombre de pocas palabras. Era ejecutivo, más que locuaz. Muy parco y
antipático. Metía miedo y mucho. Con una mirada, decía mucho.
-
Usted me dijo que no
se llevaba bien con él.
-
Con él no me llevaba.
Sabía lo que pensaba de mí, pero no tenía trato.
-
Pero dijo que se
llevaba mal con la familia.
-
Con mis suegros y mi
cuñado. Me miraban de reojo.
-
¿Cómo era Yayo?
-
Bruto, inútil e
ignorante. Extremadamente cobarde a la hora de confrontar mano a mano. Cuando
estaba con su bandita, era altanero y se mostraba como un valiente.
-
¿Es verdad que le
pegaba a Guadalupe?
-
No me consta, pero no
me sorprendería que fuera cierto. Solía pegarle a las mujeres.
-
¿Cómo lo conoció?
-
En la universidad.
Era el titular de la cátedra de sociología.
-
¿Y Guadalupe?
-
Ella era muy superior
a él. Era culta, pero con una ambición desmedida.
-
¿Usted la amó?
-
La amé mucho, pero
era claro que no podíamos estar juntos.
-
¿Por qué?
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