TODO CONCLUYE AL FIN
"Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina..." reza una muy famosa canción de la película "Tango Feroz" en la que muestra el fin de una era o de un ciclo. Eso es lo que mejor aplica a esta no continuidad del entrenador argentino Ricardo Gareca al frente de la selección peruana. El ex delantero de Vélez tomó las riendas del combinado nacional en 2015, tras una mala experiencia en el Palmeiras brasileño y la meta era clasificar al conjunto incaico al Mundial de Rusia 2018. Había que romper un maleficio de 36 años sin participar en la máxima competición continental, tras tener a la mejor generación de futbolistas y destacadas actuaciones en la Copa del Mundo de 1970, 1974, 1978 y 1982. Aquella camada comandada por el talento de Teófilo Cubillas fue única e irrepetible. No pudieron tener su último Mundial en 1986 y luego vino el recambio. Pasaron muy buenos jugadores, pero no había equipo, ni un orden establecido, además de tener una liga cada vez más devaluada. Difícil reto le tocó al "Tigre", pero eso no lo amedrentó.
Su primera prueba de fuego fue la Copa América de Chile, en 2015. Allí llegó hasta la semifinal donde cayó con el local - a la postre el campeón - por 2 a 1. Con un plantel limitado, Gareca logró que el equipo jugara a lo que él quería: en forma ordenada, no descuidando el arco propio y tratando de aprovechar toda ocasión posible en la valla de enfrente. Contaba con un muy buen arquero como Pedro Gallese, un lateral derecho ofensivo como Luis Advíncula (con algunos problemas a la hora de volver o de marcar), un generador de juego como Jefferson Farfán y un emblema como Paolo Guerrero para armar una base. Luego aparecieron Christian Cueva y Gianluca Lapadula, delantero italiano de madre peruana. Tras una eliminatoria muy difícil, Perú consiguió entrar al repechaje para enfrentar a Nueva Zelanda. Luego de igualar sin tantos como visitante, definió en Lima y venció por 2 a 0, clasificando al Mundial. Gareca fue tildado poco menos de héroe nacional.
En el Mundial, compartió grupo con Australia, Francia y Dinamarca. Ante el conjunto escandinavo, cayó por 1 a 0, al igual que con los galos, venciendo a la selección de Oceanía por 2 a 0. No le alcanzó para clasificar a los octavos de final, pero consiguió el respeto de todos con actuaciones más que decorosas. Al terminar, la Federación Peruana de Fútbol decidió seguir apostando por el proyecto de Gareca. Y fue creciendo, alcanzando la cresta de la ola al año siguiente en la Copa América disputada en Brasil, cayendo en la final ante el local, pero dejando en el camino a Uruguay y a Chile (en ese entonces vigente bicampeón). Sin embargo, después de esa gran actuación, el nivel de la selección peruana comenzó a decaer. No poseía de un buen recambio y siguió apostando por los mismos jugadores, con alguna incorporación esporádica.
Las eliminatorias se le hicieron muy cuesta arriba, pero logró levantar el nivel y volvió a llegar al repechaje, relegando a Colombia, Chile y Paraguay. Esta vez, solo se jugó un partido ante Australia. El nerviosismo y el miedo a perder fue el denominador común de ambos equipos y no se sacaron diferencias. En la definición por penales, más recordada por las payasadas del arquero australiano cuando le iban a patear, la clasificación se escapó. Durante los últimos días, tras varias conversaciones entre la Federación y Gareca, el entrenador decidió no continuar, terminando así con una era muy exitosa. Una de las grandes ironías que tiene el fútbol decidió que la misma persona que privó a Perú de ir México 86 comenzando con una sequía de 36 años sin participar en la Copa del Mundo, fue la que terminó con el maleficio. Gareca siempre tendrá un lugar de privilegio en la historia del fútbol peruano, pero nada ni nadie son eternos.
El Puma
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