Subieron al carruaje los cuatro. Toto estaba serio y callado. Pumowsky intentaba iniciar una conversación, pero dudaba de si era conveniente. Lorraine y Sasha miraban el paisaje. El viaje hasta el palacio fue corto. Al bajar del carruaje, Toto invitó a Pumowsky adentro para conversar de cuestiones de estado. Envió a Lorraine a que lleve a Sasha con ella. Siguieron hasta el salón principal y, luego de que se cierren las puertas, Toto estalló de risa. “¿Has visto como ese idiota dejó de tartamudear?
- Siempre le dije que ese hombre no era tartamudo, su Majestad.
- Ahora vayamos a los asuntos serios. ¿Te estás encargando de la seguridad de Magalí?
- Sí, su Majestad. El palacio de retiro está muy bien custodiado, y la Reina Madre goza de todas las comodidades.
- Está bien así. ¿Cómo vienen los preparativos del homenaje a Joao I?
- Bastante retrasados, su Majestad. Hace falta mucho material para poder construir el monumento, recuerde que el primer rey de esta tierra era bastante… voluminoso.
- Gordo, dilo como corresponde. Era muy gordo, lo sé. Que tenga su monumento y deje de ser el dios de Fronha es un primer paso para que este reino madure.
- Ya lo creo, su Majestad.
- ¿Te quedas a cenar, Pawel? Tengo listo mi mejor vino.
- Está bien su Majestad”.
Permanecieron cenando, bebiendo y conversando hasta tarde. Bebieron varias copas de vino y la charla se volvió mucho más amena y relajada. Comenzaron a contar chistes y a reír a carcajadas. “Oye Pawel, comenzó Toto, que suerte que tienes de tener una mujer tan bella a tu lado.
- Debo decir que soy un hombre afortunado, aunque…
- No me digas que esa mujer tiene defectos. Yo, para liarme con la mía, debo estar más borracho que ahora.
- Bueno, su Majestad, la reina tiene…
- La reina es espantosa, por el amor de Dios. No sé cómo hacía mi hermano para estar todo el día en la cama con ella. A veces maldigo tanto los protocolos, debí casarme con ella porque iba a ser la esposa de mi hermano.
- No parece usted muy infeliz.
- Es porque bebo todas las noches antes de acostarme. Una vez que tenga a mi heredero en su vientre, no le volveré a tocar un pelo.
- Perdone mi infidencia, pero… - miró hacia los costados, como para cerciorarse de que nadie lo viera o escuchara – ¿tiene usted alguna amante?
- En eso no soy ni como mi padre, ni como mi hermano.
- Vamos, todos los reyes han tenido alguna.
- No es mi caso. Pero he tenido mucha mala suerte, vengo a practicar la monogamia y me toca como mujer… eso. ¿Por qué no me habrá tocado una mujer como Magalí?
- Su padre ha sido un hombre afortunado.
- Y suerte que has estado ahí para ayudarlo.
- He tenido el privilegio de servirlo.
- Y dime algo, Pawel, ¿cómo es Sasha en…? Y sabés.
- Es apasionada. Pero le gusta más el jugueteo de mis dedos que el acto en sí.
- No me digas.
- Se lo juro, su Majestad. Con este dedo… - mostró su dedo índice derecho – ¿o con este otro? – mostró su dedo mayor de la misma mano- ya no recuerdo. Decía, con uno de estos dedos, doy vuelta su mundo.
- Sabes que te envidio, Pawel.
- No tiene por qué.
- ¿Y tú tienes alguna amante?
- No. He tenido algunas en mi juventud. Pero ya estoy algo viejo para saltar de cama en cama.
- ¿Alguna que yo conozca?
- Ninguna, su Majestad.
- Ya lo creo, con la llegada de una mujer como la tuya, cualquiera sería monógamo. Como le sucedió a mi padre con Magalí. ¿Por qué no me puede suceder a mí?
- No desespere, su Majestad.
- Es que tú tienes a tu lado a una diosa.
- Si quiere, yo se la cedo.
- Oye, oye, estás demasiado borracho. ¿Vas a dejar ir a tu mujer? Seguramente la mejor que hayas tenido.
- No es la mejor. – Toto quedó perplejo, como si le hubieran revelado una tragedia –.
- ¡Cómo que no! ¿Quién puede ser mejor?
- Si lo supiera.
- Dime.
- La mejor que… - Pawel hizo un silencio largo y cambió bruscamente su expresión –
- ¿Cuál fue?
- Fue… Eva. Una mujer con la que estuve liado antes de casarme.
- Debió haber sido una mujer sublime.
- Lo fue.
- ¿Y qué pasó?
- Ella… se marchó.
- ¿Falleció?
- No, simplemente se subió a un barco y se marchó de Fronha.
- Debió ser duro para ti.
- Conocí a Sasha enseguida.
- ¡Qué suerte la tuya!
- Debo decir que sí.
- Yo en cambio, liado con un adefesio. Aún con esta borrachera no alcanza para que me excite”.
Estallaron en carcajadas nuevamente y continuaron bebiendo. Al cabo de unas horas, estaban dormidos sobre la mesa.
Continuará…
El Puma
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