FRONHA: TOTO Y LORRAINE, CAPÍTULO 2

 


Toto no perdió tiempo con sus primeras medidas, mayormente cancelando las tomadas por Lube. Firmó una orden de persecución a los homosexuales condenándolos sin piedad a las pirañas. Decidió homenajear a algunos de sus predecesores, construyendo monumentos en su honor, como también elevó enormes iglesias en toda la isla. Le quitó el título de dios de Fronha a Joao I y fomentó la fe católica. 

Sin embargo, no olvidaba a quienes se habían reído de él durante la ceremonia e hizo llamar a dos de ellos. Primero los recibiría en audiencia privada para determinar si debía enviarlos al monte en el día de la piedad. Toto se sentó en su trono, reclinado bien hacia atrás y esbozando una leve sonrisa de placer cuando vio llegar a Lord Bastian. Luego del saludo protocolar, el rey fue directo al grano. “Así que mi torpeza os divierte, Lord Bastian, comenzó.

Bueno… su…
¿Acaso yo me río de su tartamudez?
No… su…
¡Ya! ¿Sabe acaso lo que le puede costar su burla ante la Corte?
No… me… parece… que…
Deje de tartamudear, que yo lo conozco. 
Pero…
Dije que deje de tartamudear.
Es que… tengo…
¿Se sigue burlando de mí?
No… su… Majes…
Ya me aburrió, Lord Bastian. Es más, nunca lo he encontrado divertido. ¿Pero sabe qué me hará reír mucho? Su intento de disculpas en el día de la piedad. ¡Guardias!”

En cuanto dio la orden, Lord Bastian fue llevado al calabozo. Intentaba pedir perdón, pero seguía trabándose. “¡Qué persona más imbécil! refunfuñó, no puedo creer que haya perdido tiempo tan precioso en recibirlo. Que pase el que sigue”. Pasaron unos minutos y no aparecía nadie. Toto comenzaba a impacientarse y volvió a hacerlo llamar. Seguía sin comparecer nadie.

El rey se ponía cada vez de más mal humor. Después de la quinta vez que lo mandó llamar, salió él mismo de su trono y pasó al otro salón. “Lord Nelson”, gritó ante la mirada atónita y sorprendida de su visitante. “¿Me llamaba usted, su Majestad?, respondió Lord Nelson.

Hace demasiado tiempo que lo estamos llamando. ¿Es usted sordo o idiota?
Es que estaba demorado. Mi madre tardó mucho en vestirme y…
¿Su madre lo viste, Lord Nelson? – ensayó una mueca y luego su mirada de desprecio –.
¡Oh sí! Me viste, me alimenta y soluciona mis problemas. 
¡No me diga!
Sí, su Majestad. Aunque es muy fastidiosa.
Yo también lo sería en su lugar, Lord Nelson. Haré canonizar a esa mujer por soportar a semejante ser. No puedo creer que el ser más tonto del planeta se haya reído de mí.
Es que fue muy gracioso, su Majestad.
¿Le sigue pareciendo gracioso?
¡Oh sí, su Majestad!
Pues a mí su idiotez no me saca ni una mueca. Es usted tonto, extremadamente tonto, increíblemente tonto, infinitamente tonto. Es más, es usted tonto, Lord Nelson. Usted me hizo perder un tiempo demasiado precioso. Podría haber hecho algo mucho más interesante como sacarme la pelusa del ombligo, antes que recibir a un pelele como usted. – Lord Nelson permanecía callado ante la embestida – ¿Sabe algo mi no estimado Lord? Ni siquiera voy a darle la posibilidad de pedir perdón en el día de la piedad. Simplemente lo haré arrojar a las pirañas de inmediato. ¡Guardias!”

Continuará…

El Puma

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