NANDY Y TITA, CAPÍTULO 2
Ese lunes fue muy intenso y con mucho trabajo. Mi jefe de redacción se la pasó llamándome. Si no era para recordarme mis deberes, era para consultarme sobre tal o cual personaje. Me tenía harto. Llegué al hotel por la noche, de muy mal humor y prendí el televisor. Empecé a ordenar mis cosas y a desvestirme y al quitarme la camisa, giré la cabeza hacia el televisor. “Una mujer de aproximadamente cuarenta y cinco años e identificada como Fernanda Ayala, fue hallada muerta anoche en Vallecas. Esta mujer fue encontrada en la habitación de un hotel tirada en la cama. Según la autopsia que se le ha realizado, una sobredosis de cocaína sería la causante principal de su muerte,” se escuchaba en el noticiero. Ni lerdo ni perezoso, siguiendo mi instinto de periodista, habiéndome sacado toda duda, tomé un taxi y me dirigí al lugar del hecho. Llegué a ese hotel, bastante deplorable, por no decir completamente, y comencé a interrogar a los lugareños. El dueño del mismo se negó a contestar mis preguntas y me echó sin vacilaciones del lugar. Cuando salí, se me acercó un señor y me dijo: “Oye tío, ¿quieres saber sobre la paraguaya? Entonces invítame un trago y te diré todo lo que sé.” Si bien no confiaba mucho, decidí llevarlo al bar más cercano y allí comenzó nuestra charla. Comencé a hacerle preguntas elementales mientras tomaba sus primeras copas de vino. Cuando se puso algo alegre, empezó a contar lo que más me interesaba. “¿Cómo es que ha aparecido por aquí? Pues nadie lo sabe. Tan sólo se paró en la puerta del hotel y por la noche ofrecía su cuerpo, decía bajo los efectos del alcohol.
- ¿Usted tuvo relaciones con ella?
- Todo el mundo por aquí las ha tenido. Por un duro era capaz de vender hasta su alma.
- ¿De donde venía?
- Pues ella decía que tenía un marido argentino al que abandonó. Decía que el hombre era muy rico, pero que su amor estaba en España. Nadie le creyó.
- ¿Cuánto hace que vivía aquí?
- Aproximadamente seis o siete años. Tenía un acuerdo con don Amílcar...
- ¿Quién es don Amílcar?
- Pues el dueño del hotel, hombre. Decía que tenía un acuerdo con don Amílcar. Él le daba una habitación y ella le daba parte de las ganancias. También le estaba dando drogas para que reparta entre los clientes.”
Al cabo de un rato, me despedí de ese hombre, que estaba completamente borracho, no se le entendía cuando hablaba y se había puesto muy pesado. Volví a mi hotel. No pude dormir.
Continuará...
El Puma
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