FRONHA: EL REY LUBE, CAPÍTULO 3

 


          La gran inmigración comenzaba a llegar en masa. Se instalaban en las distintas islas, pero la convivencia no era buena. El caos gobernaba el país. Lube seguía encerrado. Toto convocó a una asamblea de urgencia en la Isla del Sol, pero Magalí logró posponerla hasta reunirse con su hijo.

          No perdió tiempo y se dirigió al Palacio Real. Ni siquiera se anunció y golpeó la puerta de la recámara. “Hijo, sal de ahí, tengo que hablar contigo, ordenó.

-        ¿Madre?

-        Vamos, deja de hacer lo que estás haciendo, ponte decente y ven al salón”.

Lube se levantó rápidamente de la cama, se vistió y corrió al salón. “¿Qué ocurre madre?

-        Ocurre que estamos todos preocupados por ti.

-        Estoy muy bien de salud, no hay nada de qué preocuparse.

-        Es del país del que tú te tienes que preocupar.

-        El país está muy bien. Tenemos más y más población, las tierras se cultivan…

-        Tenemos a un país dividido. Los grupos religiosos están enfrentados, y encima se te acusa de llenar de homosexuales al reino.

-        ¿Qué tienen de malo los homosexuales, madre? Debe haber libertad. Libertad de credos, libertad de pensamiento, libertad en el amor. Si un hombre está enamorado de otro hombre, ¿acaso es pecado?

-        Todo esto es muy peligroso, hijo. Han venido también corrientes anarquistas y peligrará tu reino.

-        Mi reino no peligrará. Toda esa gente me ama por dejarlos hacer lo que quieren.

-        ¿Y qué hay de ti? De tu futuro. Deberás tener un heredero al trono.

-        La vida lo decidirá, madre.

-        Ya es hora de que elijas a una reina. ¿Por qué no te casas con Lady Lorraine? Pasas mucho tiempo con ella y es de la nobleza.

-        Ja, ja, ja, ja, ja, ¡por favor! Nunca pensé que diría algo como eso, madre. Lady Lorraine me sirve para mis momentos de ocio, nada más.

-        Momentos de ocio permanentes. ¿Cuál será la diferencia si están casados?

-        Que ya no la desearé más, madre. Imagínese con un heredero, no podré tocarla, no podré hacer todo lo que le hago día a día.

-        Estamos todos muy preocupados.

-        No hay por qué, madre. Tengo todo bajo control. ¿Tiene algo más para decirme? – Magalí permaneció en silencio – Me lo imaginé. Si me disculpa, querida madre, me iré a satisfacer mis necesidades animales”.

Magalí permaneció atónita. Observaba sus alrededores y lentamente se marchó. Tomó la diligencia hacia el puerto y luego navegó a la Isla del Sol. Allí la esperaban los nobles y Toto. Ni bien entró, cabizbaja y con un tono desesperanzado, espetó “el rey está perdido, debemos salvar al país”.


Continuará...

El Puma

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