DE INCOMODIDADES Y OTRAS YERBAS
Eloísa y Hugo se encontraron en la fiesta de
fin de año que daba la Policía. Ambos estaban conversando muy animadamente y
con alguna mirada cómplice entre ambos, como que si todo seguía por esos
carriles, la noche podría terminar muy bien. Ella estaba con un vestido blanco,
largo, pero con los hombros descubiertos. Él llevaba un traje oscuro, muy
elegante, con una camisa blanca recién estrenada y una corbata negra.
Venían muy divertidos ambos, hasta que Hugo
percibió la presencia de Martín. Lo llamó y se unió a ellos. Eloísa bajaba la
mirada hacia su copa, mientras que Martín miraba fijo con expresión poco
amigable. "Eloísa, comenzó Hugo, te presento a Martín. Es uno de los
mejores hombres de la institución.
- Mucho gusto, respondió Eloísa tratando de
esbozar una sonrisa que no salía ni por obligación.
- Encantado, replicó Martin, con el mismo
gesto adusto.
- ¿Qué es de tu vida, querido?, retomó Hugo
con entusiasmo.
- Aquí ando, esperando a que se termine esta
absurda sanción.
- Es increíble que sancionen a tipos como
vos. Así está la institución.
- Y sí, viste cómo es esto. Los chanchullos y
las traiciones están a la orden del día.
- ¡Qué barbaridad!, intervino Eloísa, los
casos de corrupción son tremendos. Los comisarios entongados con diputados, senadores
y funcionarios corruptos son cada vez más. Y ni hablemos de los que están
ligados a los narcos. O peor aún, los extorsionadores.
- ¿Acaso conociste a alguien así?, retomó
Hugo.
- Por supuesto, exclamó enérgicamente Eloísa.
Me tocó trabajar con uno. Bueno, mi ex.
- ¿Tu ex era corrupto?, volvió a intervenir
Martin con una mirada que rozaba la sorna.
- No sabés lo que era. Violento, corrupto,
mentiroso... un delincuente. Pero como tiene contactos arriba, sólo lo
transfirieron a otra jurisdicción.
- Te pegaba, reaccionó Hugo. No lo puedo
creer. ¿Y sólo lo transfirieron? ¡Qué barbaridad!
- Me pegaba, me psicopateaba. No sabés lo que
fue. Por suerte conocí a una gran persona que me abrió los ojos y me ayudó a
sacármelo de encima.
- Seguramente te habrás acostado con él,
balbuceó aunque con cierta claridad.
- ¿Perdón?, lo interpeló Eloísa.
- Nada, pensaba en voz alta. Algo que debería
dejar de hacer.
- Cosas como esas me hacía ese hijo de puta.
Me lastimaba con balbuceos que los decía en voz baja, pero no tan baja, a
propósito, para que escuchara.
- Bueno, bueno, bueno, volvió a intervenir
Hugo visiblemente incómodo, no vale la pena recordar a alguien así. Martín,
contame qué fue lo que te pasó.
- Estábamos investigando el asesinato de Enrique Czarniecz, ¿te acordás aquel productor de Canal 4?
- Ah sí, claro. ¿El caso te lo asignaron a
vos?
- Sí, pero entre el otro comisario y mi
asistente me hicieron una cama. A ese hijo de puta lo ascendieron, a mí me
mandaron a un pueblito de mierda...
- ¿Y tu asistente?
- Esa trola que decía ser mi novia, se
acostaba con ese otro chupaculos.
- ¿No habrá sido porque ese chupaculos la
valoraba más?, balbuceó Eloísa con el mismo tono que Martin había utilizado
antes.
- ¿Qué dijiste?
- Perdón, no quise herir susceptibilidades. -
Hugo ya no sabía cómo salir de esta situación, sentía que sobraba y, a paso
lento, se apartó del lugar. –
- Como si no lo hubieras escuchado.
- Esa jugarreta me la vas a pagar, nadie que
me haga una se la saca de arriba.
- Martin, tomátelas porque armo un escándalo
y ni siquiera el diputado que te banca te va a poder salvar", enfatizó
levantando la voz Eloísa, provocando el silencio del salón. Martin, con el
gesto aún más adusto, miró alrededor y entendió que su presencia sólo empeoraba
la situación. Lentamente, se alejó del lugar. Eloísa, respiró con alivio
primero y luego, se tomó su trago entero haciendo fondo blanco.
El Puma
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