TORE: ARGENTINA, CAPÍTULO 6 (FINAL)



El vuelo salía a medianoche. Al aeropuerto lo acompañaron sus padres y Marco. Tomaron un café antes del embarque. Conversaron todo ese tiempo. En realidad fue todo un monólogo de Andre sobre los cuidados que su hijo debía tener. Edna solamente ratificaba esos dichos. El tiempo pasó rápido hasta que fue llamado el vuelo con destino a Buenos Aires. Abrazó a sus padres y antes de hacerlo con Marco, éste le dijo: “Demuéstrales de lo que estás hecho”. Saludó de frente a los tres, dio media vuelta y se subió al avión.


     Ni bien despegó, se quedó dormido. Sin embargo, se despertó al poco tiempo. Se puso a leer toda la información disponible acerca de su nuevo club, su nueva ciudad. Se imaginaba gritando goles, idolatrado en un país futbolero. Después de varias horas, el avión aterrizó en Ezeiza. Al bajar, notó que nadie había venido, excepto una persona con un cartel que tenía su nombre. Miraba para todos lados, no había un solo periodista. Caminaba entre la gente como cualquier mortal. El chofer lo llevó hasta el club, nadie lo esperaba en la puerta. Entró. Rodolfo lo esperaba en las oficinas. Tore seguía sin entender. Empezó a asustarse y no atinaba a hacer preguntas. Firmó unos papeles, le dieron una credencial y lo acompañaron a la pensión. Le indicaron que debía esperar la combi que los llevaría a entrenar a Ezeiza al día siguiente. 


     Su habitación era pequeña, individual. Desempacó su bolso, ordenó el lugar y recorrió el club. Al entrar al estadio, miraba boquiabierto. En Fronha debían juntar tres o cuatro estadios para poder hacer uno como ese. Estaba ilusionado y asustado. Cenó temprano en su habitación y se acostó temprano.           Salió de su habitación a desayunar y fue de los primeros en llegar a la combi. Para su sorpresa, quienes llegaban tenían la misma edad que él. “Qué raro, un equipo importante como éste que no tenga jugadores veteranos”, pensaba. Desde el Monumental al predio de Ezeiza llegaron en 40 minutos. Les dieron la orden de cambiarse y de presentarse a la cancha. Tore, al terminar de cambiarse, se acercó al entrenador y le planteó su pensamiento. “Ja, ja, ja, ja, ja, estalló el entrenador, ¿vos te pensaste que venías a jugar en primera, pibe? Dale, dejate de estupideces y andá a la cancha. Para jugar en primera vas a tener que demostrar mucho”. Tore tenía bronca y desilusión. Acababan de tocarle el orgullo. Con el ceño fruncido, fue para la cancha y comenzó a trotar a la par de sus compañeros.

El Puma


 



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