TORE: ARGENTINA, CAPÍTULO 2

 


Si bien en el colegio y en el equipo notaban que algo sucedía con él, Tore no dejó de rendir. Sí, en cambio, tenía cambios de humor repentinos. Su paciencia era menor, como también su tolerancia al error. Venía la etapa de playoffs y de exámenes finales. Tore iba del club al colegio, del colegio a la biblioteca y de ahí a su casa para cenar y dormir. Hasta sus padres notaron que algo no andaba bien. Marco intentó acercarse, pero él no podía contarle. Le dijo que estaba preocupado por su futuro.

          Se encerró cada vez más en sí mismo. Aprobaba los exámenes y su equipo avanzaba en los playoffs. Quedaba la gran final contra Santa Mara. El partido de ida, debía ser en Gigiggi. Tore estaba ansioso y muy nervioso. Sabía que Giancarlo Materazzi iba a ver esa final. Deseaba verlo a él y a Katerina en el palco. Se entrenó duro durante la semana. Varias veces, Freitas tuvo que pedirle que se tranquilizara. Tomaron el vuelo hasta Gigiggi. Bajaron y se subieron al bus. La ciudad estaba empapelada con la imagen de Giancarlo Materazzi. “Voy a gritártelo en tu cara, viejo de mierda”, pensaba para sus adentros.

          Ni bien llegaron, se fueron al hotel. Tore estaba como león enjaulado. Quería jugar ya. Bajó al gimnasio a correr en la cinta por media hora. Sus compañeros y el cuerpo técnico estaban preocupados. Freitas lo citó a su habitación a la noche. Lo recibió y lo sentó frente a él. “¿Te pasa algo, muchacho?, comenzó.

-        No, mister.

-        Estás ansioso porque es tu primera final, ¿verdad?

-        Puede ser.

-        Te veo demasiado acelerado. Me preocupas.

-        No tiene por qué, mister.

-        Tengo que hacerlo. Sé que eres muy joven y te sobra energía, pero puedes lesionarte si sigues así.

-        Está bien, mister. Lo siento.

-        Bueno, vamos a hablar de tu función. En esta primer final, comenzarás en el banco de los suplentes.

-        No, mister, por favor.

-        Creo que es lo mejor. Serás la primera opción en el segundo tiempo.

-        Usted no entiende. Tengo que jugar desde el comienzo.

-        Eso lo decido yo.

-        Pero…

-        Sin peros. Confío plenamente en ti. Pero tienes que confiar tú en mí.

-        Está bien, mister”.

Freitas salió de la habitación y a los pocos minutos, Tore maldijo a su entrenador durante varios minutos. “¿Quién se cree que es este idiota? Gracias a mí, todavía tiene trabajo. Si no fuera por mí, ahora estaría desempleado. Ya va a ver, entraré y ganaré el partido”, se decía a sí mismo.

Continuará...

El Puma

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