TORE: ARGENTINA, CAPÍTULO 1
Tore caminó casi
arrastrando los pies hasta la terminal de buses de Jacho Town. Camuflado con un
buzo con capucha que le tapaba gran parte de la cara, pagó el boleto y se
sentó. Abrió el paquete que Mirella le había dejado y empezó a sacar distintas
cosas. Había dos portarretratos con una foto selfie que se habían sacado en
Nova Lisboa. Estaban abrazados, sonrientes y felices. Miró esa fotografía
durante varios minutos sin moverse. Sonreía y lloraba casi en forma simultánea.
El otro tenía una foto de Katerina con la camiseta de Defer que Tore le había
obsequiado. Atrás del portarretratos, había un sobre. Lo abrió y leyó: “Amado
Tore, estuve a punto de dejar todo y de irme contigo. Es lo que realmente
deseaba. Lamentablemente, si lo hacía iba a traer problemas no solamente a mí y
a mi familia, sino también a ti. Lo último que quiero es que quedes salpicado,
mi amor. Contigo descubrí lo que es el amor verdadero, aprendí mucho más en
estos 3 meses que los casi 23 años que llevo de vida. Quiero que sepas que
siempre te llevaré en mi corazón y que estoy segura de que me arrepentiré de lo
que estoy haciendo. Por favor, no me odies. Deseo que todos tus sueños de los
que me hablaste en Nova Lisboa se cumplan, y yo sé que así será. Sé que serás feliz,
Tore. Te lo mereces. Te deseo lo mejor. Besos. Te amo. Katerina”.
Al bajarse del bus, fue
corriendo hasta a su casa. Abrió la puerta, no saludó a nadie, entró a su
habitación, cerró la puerta y se tiró boca abajo en su cama a llorar sin
consuelo. Permaneció allí toda la tarde mirando la televisión. Por primera vez
en su vida, miró programas de chimento. Veía en la pantalla chica, como la
mujer que amaba, se casaba con otro hombre. Miraba y percibía de inmediato que
la cara de Katerina no era de felicidad. Sí observaba con cierto odio la
expresión de Beppe. “Ese hombre es un monstruo”, repetía cada vez que las
cámaras lo enfocaban. También veía a Marco y a Gina. Pero la ebullición de su
estado llegó al ver a los novios besarse. Apagó la televisión y estrelló el
control remoto contra la pared. Enseguida apareció su padre. “¿Estás loco o qué
te pasa?”, gritó enardecido. Tore respiró hondo, miró a su padre, agachó la
cabeza y apenas atinó a decir: “Lo siento”.
Continuará...
El Puma
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