FACEBOOK LO HIZO
Esteban recibió un mail de un amigo,
solicitándole crear una cuenta en Facebook. Vaya a saber por qué, después de
ignorar y rechazar solicitudes, esta vez la aceptó. La curiosidad lo llevó a
estar más tiempo en la computadora, navegando, conociendo y explorando esta red
social. Empezó buscando amigos y conocidos de su actualidad, para ver quiénes
estaban en su sintonía, hasta que empezó a recordar a personas de su pasado. Su
corazón empezó a palpitar al encontrar a la primera persona que buscó: Andrea
Tellucci. Encontró el perfil, miró las fotos y la información. “Está igual”,
pensó. Más palpitaciones tuvo cuando, minutos después, Andrea aceptó su
solicitud. Empezó a moverse de un lado a otro con la silla. ¿Qué hacer?
¿Hablarle? ¿Invitarla a salir? ¿Qué pasaba si le decía que no? Para su
sorpresa, escuchó un sonido y notó que le hablaban en el chat. “Hola” leyó que
Andrea le escribía. Se abalanzó sobre el teclado para responder. Al rato, se
sintió más relajado y cómodo. Conversaron durante una hora, recordando los años
de colegio, los compañeros, los maestros y las anécdotas que iban surgiendo.
Quedaron en encontrarse esa misma
noche. Esteban la pasó a buscar y salieron a cenar. Mientras disfrutaban las
pastas, las salsas y el vino tinto, seguían divirtiéndose recordando viejas
andanzas. Él le confesó que fue el culpable de que un alumno nuevo, ingresado
pocos días antes, se acercara a ella con el mensaje de “Esteban te quiere”.
Andrea sonrió muy diplomáticamente, le dio a entender que ya lo sabía.
La cena terminó tarde, tanto que
fueron los últimos en irse. Él la acompañó hasta su casa. Llegaron a la puerta,
conversaron un rato más hasta que Esteban tomó la mano de Andrea y luego se
besaron. Ella lo invitó a pasar. No pasó demasiado tiempo para que esos besos y
caricias pasaran a chupones, manotazos y toqueteos. Y ahí seguían, desnudos en
la cama consumando el acto. “Gracias Facebook, pensaba Esteban, por fin la
encontré. Ya está lo que siempre quise, tengo conmigo a la mujer de mi vida, a
la futura madre de mis hijos y abuela de mis nietos. El año que viene,
estaremos bailando el vals y todo el colegio va a estar ahí. Facebook lo hizo”.
Cuando terminaron, se quedaron un rato
más acostados. Empapados de sudor, recuperaban el aire, mientras Esteban miraba
a Andrea con una sonrisa de oreja a oreja. Ella miraba el techo, como pensando
en otra cosa. Andrea rompió el silencio para decirle que tenía que levantarse
temprano y que si podía irse. Esteban quedó sorprendido, pero acató. Mientras
se vestía, él seguía hablando. Expresaba su felicidad y entusiasmo por ese
encuentro. Pero, para su gran sorpresa, al terminar de vestirse, notó que ella
dormía profundamente.
Salió de esa casa y caminó hasta la
suya. En la primera parte del trayecto, su desconcierto crecía. Intentaba
justificarla, pero llegó a la mitad del camino para que explotara su ira.
“¿Quién se cree que es esta mina?”, bramaba en su interior. Sacaba todas las
conclusiones habidas y por haber. Entendía por qué ella seguía soltera, para no
tener que explicarse por qué él también lo estaba. Cuando ya quedaban pocas
cuadras, ya se sentía aliviado y hasta orgulloso. Había cumplido su sueño de
adolescente y el de varios más de sus compañeros.
Llegó a la puerta de su casa,
permaneció unos segundos del lado de afuera, sonrió, giró la llave y entró.
El Puma
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