VICENTE DUMARS, CAPÍTULO 10 (FINAL)
Montevideo le parecía triste. Sus días
eran largos y penosos. Miraba sus fotos y lloraba. Odiaba su presente, su club,
sus dirigentes, su entrenador y, especialmente, a su padre. La prensa lo
buscaba, él se encerraba, iba a entrenar cuando se le daba la gana. Hasta
coqueteó con la posibilidad de ir a Nacional, nada más que para llamar la
atención y hacer enojar a su padre. Este último se encargó de tirar todas esas
versiones por la borda, ya sea con la prensa como con Vicente. No jugó en esa
mitad de año, ni siquiera integraba el banco de suplentes. Los dirigentes ya no
lo querían, pero echarlo significaba una indemnización muy jugosa.
Las fiestas de fin de año fueron un
infierno. Sin embargo, fue el primero que se presentó en la reanudación de los entrenamientos
previos a la pretemporada. Parecía haber recuperado las ganas. Había
entusiasmo, especialmente porque esperaban que, al remontar, iban a recibir
ofertas por él. Mostró tanto entusiasmo, que lo terminaron llevando a la
pretemporada en Miami. Se alojaron en un lujoso hotel. Al llegar, hicieron
trabajos regenerativos y fueron a descansar.
Vicente se fue a acostar temprano esa
noche. Despertó muy de madrugada y se levantó rápido de la cama. Se acercó a la
ventana y miró a través de ella. La abrió lentamente y se asomó. Le corría un
frío muy fuerte en la espalda, pero no dudaba de lo que hacía. Miró hacia abajo
una vez más, cerró los ojos y se dejó caer.
La noticia ocupó todos los medios de
comunicación del mundo. Estaban los que informaban y los que lo tomaban con
morbo, sacando conclusiones y dando lecciones de moral. En el único tema en el
que todos, medios, dirigentes y plantel, coincidían era en echarle la culpa de
todo eso a Nelson. Este último quedó devastado. Sufrió el aislamiento y el repudio
de todos. Valeria lo dejó inmediatamente y se llevó a sus otros hijos.
El Puma
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