HISTORIA DE LOS MUNDIALES: ITALIA, ENTRE EL MÉRITO DEPORTIVO Y EL USO POLÍTICO



 

    Una vez que se disputó la primera edición de la Copa del Mundo, la marea futbolística siguió creciendo. En 1934, se designó a Italia como sede para hospedar el segundo campeonato mundial. En una época complicada, en dónde gobernaba Benito Mussolini y el fascismo desde hacía 12 años, se pretendió utilizar al fútbol para mostrarle al mundo los "logros" del movimiento fascista. El dictador de ese entonces, instó más de una vez al entrenador Vittorio Pozzo y sus dirigidos a ganar ese campeonato. El conjunto "azzurro" contaba con sudamericanos nacionalizados, de orígenes itálicos como los argentinos Raimundo Orsi, Luis Monti (que había disputado el Mundial anterior para el equipo sudamericano), Attilio Demaría y Enrique Guaita, además del brasileño Anfilogino Guarisi. La mayoría del plantel provenía de Juventus, equipo más popular e importante de Italia. 

    Si bien se elogiaba el juego del conjunto local, no faltan voces y versiones que sostienen el favoritismo que tuvo por parte de los arbitrajes en distintos partidos, fruto de las presiones de Mussolini. En la final ante Checoslovaquia, luego de que los jugadores hicieran el saludo al "Duce", sorprendió que el árbitro sueco Ivan Eklind también lo realizara. Ese gesto dio lugar a que se iniciaran sospechas de favorecer al local o pudo haber sido un saludo protocolar. Esto último pocos lo creen. 

    Checoslovaquia se puso en ventaja por intermedio de Antonin Puc. Peligraba la integridad física, o mismo la vida, de Pozzo y los suyos. Sin embargo, Orsi igualó a pocos minutos del final obligando la disputa de un alargue. Allí, Angelo Schiavio selló el triunfo definitivo y poniendo a Italia por primera vez en la cima. Como en todos los Mundiales, hubo sospechas y rumores. Sin embargo, el tiempo puso las cosas en su lugar y a esta selección "azzurra" en el puesto que merece estar.

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