CESKO ARGENTINSKY, CAPÍTULO 13
Lenka estaba atónita. No lograba reaccionar. No creía posible lo que Pedro le contó, pero a su vez no dejaba de darle a su amado el beneficio de la duda.
Cuando acomodó sus ideas, decidió
cortar por lo sano. Si descubría que la historia era real, abandonaría a Michal
por completo, pero si el relato fuese falso, terminaría su actual romance. Las
dudas y los miedos crecían. Por un lado, quería saber la verdad, pero temía por
las consecuencias.
La primera medida fue dirigirse al
teatro para averiguar en la Filarmónica sobre el estado laboral y el cobro del
seguro por invalidez de su esposo. Al llegar a la sede, se encontró con la
indiferencia de los músicos que evitaban hablar con ella o la trataban fríamente.
Pidió hablar con el director y éste accedió. “¿A qué debemos su visita?,
comenzó.
-
Quiero averiguar sobre
el seguro de invalidez de mi esposo”.
El hombre quedó atónito. Enmudeció
unos segundos y luego contestó: “¿Su marido está inválido?”
-
Sí.
-
¿Y por qué acude a
nosotros?
-
Porque él es uno de sus
músicos y creo que la Filarmónica debiera hacerse cargo”.
El director entendía cada vez menos,
pero decidió seguir el hilo de la conversación por buena educación. “Señora,
continuó, su esposo no forma más parte de la Filarmónica”. Ahora quién quedó
atónita fue ella. Se sentía cada vez peor, como si le hubiesen tomado el pelo.
“¿Desde cuándo?
-
Hace seis meses fue
despedido.
-
¿Qué fue lo que pasó?
-
Estuvimos al borde del
escándalo.
-
¿Qué tipo de escándalo?
-
Estuvimos a punto de
ser tapa de todos los diarios del país, desde amarillistas en adelante porque
su esposo no tenía buen comportamiento de las puertas para afuera.
-
Pero, ¿qué hacía?
-
Tuvimos que pagarle
mucho dinero a los periódicos para que no publicaran ni el artículo, ni mucho
menos las fotos”.
En ese instante, abrió el cajón
derecho de su escritorio y sacó una carpeta. La abrió y se la mostró a Lenka.
“Mire señora, continuó, esto no es propio de la conducta de uno de nuestros
músicos”. Comenzó a observar y su asombro iba in crescendo. Había fotos de
Michal bailando semi desnudo en un bar con una desnudista y un titular que
rezaba “Escándalo en la Filarmónica de Praga”. Seguía mirando el material. De
pronto, al observar otra imagen, exclamó: “¡Ese es el doctor Vacek!
-
No sé quién sea ese
sujeto, pero es compañero de ruta de su esposo en esas aventuras.
-
No puedo creerlo.
-
Lamento tener que
mostrarle esto, señora. Pero la realidad es ésta. Hubiese sido vergonzoso para
todos. Ahora estamos duplicando las funciones para recuperar el dinero que
tuvimos que pagar. Su esposo está fuera de control.
-
¿Y ahora qué voy a
hacer?
-
No sabría decirle. Pero
cuente con nuestro apoyo si va a entablar acciones legales”.
Lenka salió del teatro espantada y
asqueada. Comenzaba a sentirse mal, devastada por tantas malas noticias.
Empezaba a darle la derecha a Pedro, pero aún le quedaba la carta del hospital.
Se dirigió al lugar casi resignada a seguir
teniendo desilusiones. Entró al piso donde habían atendido a su esposo y pidió
hablar con el doctor Vacek. Esperó en la sala contigua unos minutos, hasta que
salió del consultorio un hombre canoso y alto con uniforme médico y se le
acercó. “¿Usted quería verme señora?
-
No, disculpe. Estoy
esperando al doctor Vacek.
-
Soy yo. ¿En qué puedo
ayudarla?
-
Pero… Usted no es quién
atendió a mi esposo. ¿No hay otro doctor Vacek en este hospital?
-
No señora, soy el
único. Llevo ya 40 años aquí”.
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