CESKO ARGENTINSKY, CAPÍTULO 10


 

          “¡Lenka! ¡Lenka! ¡Necesito que me lleves al baño!”, gritaba Michal desaforado desde la cama. No recibía respuestas, por lo que insistió. “¡De prisa mujer!” Al minuto, ella apareció. “¿No podías hacer más rápido?

- Disculpa, estaba en el baño.

- Claro, las damas primero, sin considerar que el infeliz no puede moverse por sí sólo. Tu egoísmo es más fuerte que todo.

- Ya te estoy ayudando.

- ¿Qué quieres, que moje la cama como los niños? – subía el tono de voz y hablaba como si ella no hubiese respondido – Siempre lo mismo.

- Pero…

- No puedo creer que llevo todo este tiempo casado contigo. ¿Qué clase de venda me puse?

- Michal, yo…

- Nunca imaginé que podía tener al lado a una mujer tan fría, distante y desconsiderada.

- ¡Ya basta! – contrarrestó con un grito – Aquí estoy para ayudarte. ¿Vas a ir al baño o qué? ¿Vas a seguir insultándome? ¿Sabés qué? Moja la cama, no me interesa. Cuando cambies de humor llámame”.

          Encaró hacia la puerta del dormitorio y ahí Michal empezó: “No, no me abandones. Lo siento. Por favor, no me dejes. Es que estoy histérico. No sé cuánto tiempo más de vida me queda. Esto de no poder moverme ni siquiera para vestirme, me enloquece”. Comenzó a esbozar un llanto y a tomarse la cara. Ella resignada se acercó y puso su hombro para que pueda seguir llorando y lo consolaba como podía. Al calmarse los ánimos, lo ayudó a levantarse y lo llevó al baño.

          Los días para Lenka parecían eternos. Sólo salía de su casa para ir al trabajo. No tenía ni paz ni tregua. Cuando estaba en la casa, era una esclava sometida a los pedidos, reclamos y reproches. Michal demandaba todo el tiempo. Cada vez que estaba con él en la casa, era su enfermera personal. Hablaba todos los días con Pedro por teléfono y, ocasionalmente, almorzaba con él.

Continuará...

El Puma

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