CESKO ARGENTINSKY, CAPÍTULO 5
Salieron del bar luego de varias
horas. Siguieron caminando por la ciudad hasta que se hizo de noche. Ambos
estaban distendidos, aliviados, contentos de haberse encontrado. Al hacerse muy
tarde, Pedro acompañó a Lenka a su albergue. No pudo ingresar, había pasado la
hora del toque de queda. Se dirigieron a la casa de Pedro. Al entrar, él le
ofreció tomar algo y continuar la charla. Ésta duró poco. Los veinte años se
habían borrado y resurgió la pasión que había quedado en Buenos Aires.
Sintieron ese mismo fuego de la primera vez, de la semana de viaje de
egresados, de los momentos que pasaban en el albergue transitorio que
frecuentaban luego de ver triunfar a River los domingos. Ambos se sentían
liberados, cómodos y habiendo encontrado a la persona ideal.
Amanecieron juntos en la cama,
abrazados y acurrucados. Permanecieron allí largo rato. Conversaban mucho, se
detenían para besarse, acariciarse y hacer el amor hasta cansarse.
Lenka se quedó algo más de una semana
en Madrid. Durante ese tiempo, recorrió con su amado la ciudad, pasearon por
los alrededores y compartió momentos únicos, esos que, pensó, no se iban a
presentar más. Pedro le propuso empezar de nuevo. Impulsivamente, le pidió que
fuera a vivir con él en Madrid. Ella aceptó. Solicitó arreglar algunos asuntos
pendientes en Praga, para luego mudarse. Por mientras, viajaría los fines de
semana a España.
El Puma
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