CESKO ARGENTINSKY, CAPÍTULO 4


 

          Salieron desde la Puerta de Alcalá y caminaron hasta el bar más cercano. Pidieron un café, se sentaron y comenzaron a conversar. Sentían que en ese momento, el tiempo se había detenido. No tenían prisa por hacer nada. Las obligaciones o la necesidad de replanteos habían quedado atrás.

          “Te digo la verdad, comenzó Pedro, y sin ánimos de exagerar, esto es lo mejor que me pudo haber pasado en los últimos años.

- Debo coincidir. Después de tantas amarguras, por fin una buena.

- Contame de vos. ¿Te casaste?

- Sí, pero estoy en un momento de crisis. Creo que cuando vuelva a Praga, mi matrimonio se termina.

- El mío terminó hace unos días.

- ¿Cuánto tiempo estuviste casado?

- Cinco años.

- ¿Qué pasó? Si se puede preguntar.

- Sí, claro. Al año y medio que nos casamos, el diario me mandó como corresponsal a Madrid. Ella trabajaba en una radio como locutora y quedamos en que se iba a quedar en Buenos Aires un tiempo más a cumplir su contrato. Después resulta que le mejoraron el vínculo. Yo iba y venía. A veces estábamos acá. Ella nunca quiso venirse, siempre tenía algo. Así fue como me engañó y de golpe y porrazo empezó con las dudas sobre mí y la relación, que necesitaba tiempo y una cosa llevó a la otra. Cuestión que nos divorciamos y ella está ahora con su nuevo novio y embarazada.

- ¿Tenés hijos?

- No. La verdad es que no tuve tiempo ni de pensar en eso. El primer año y medio fue para nosotros y después cuando me fui, nunca pudimos plantear la idea. Siempre me decía que no quería, que tenía miedo de que un hijo le saliera como su hermano. Y ahora que no está conmigo, va a ser mamá. Mucha ironía.

- Increíble. ¿Y tu familia?

- Ahí tengo otro tema. Con mi madre no me hablo desde hace ocho años. Daniel se murió.

- ¡No! ¿Qué le pasó?

- Es al día de hoy que no sabemos. La acusaron a mi cuñada de haberlo matado, hubo juicio, fue todo muy feo. Él no quería darle el divorcio, le pegaba, eran tiempos muy duros.

- Siempre fue complicado tu hermano.

- Estaba loco. Era un sádico. Mi vieja siempre lo defendió. Fue por ese hecho que nos dejamos de hablar. Yo testifiqué a favor de la mujer y me hizo la cruz.

- ¿Y qué pasó con tu cuñada?

- Se suicidó. Se ve que todo lo que pasó la llevó a eso. La tortura psicológica de Daniel, los golpes, la repercusión que tuvo en Argentina, llegó a los medios, hicieron un circo espantoso y Mercedes no lo pudo resistir.

- La verdad es que me dejás helada.

- Me llevó mucho tiempo recuperarme de eso.

- Estabas enamorado de ella, ¿verdad?

- Se refugió mucho en mí y empezamos una relación. Teníamos la ilusión de casarnos una vez que terminara el juicio. Pero no pudo ser. Se tomó una pastilla de cianuro antes de que lean la sentencia. Terrible.

- Me imagino. ¿Eso fue antes de casarte?

- Sí, todavía no conocía a mi ex.

- Que se llama…

- Andrea. Medianamente me puse al día. Contame de vos.

- ¿Tenés tiempo?

- Tengo todo el día.

- Cuando volví de Buenos Aires me sentí rara, como si estuviera yendo a un país extranjero y no al mío. Extrañaba mucho. Yo era más argentina que checa, una porteña por adopción. Pero no me animé a volver sin el apoyo económico de mis padres, a pesar de que discutí mucho con ellos. Por orgullosa y obstinada, terminé desechando la beca en París y me quedé estudiando en Praga. Ahí arrancaron mis problemas.

- ¿Por qué?

- Porque empecé una etapa rebelde y compulsiva. No medía lo que hacía y llevaba la contra a mi familia. La carrera la fui llevando bien, pero no estaba muy enfocada. Me metí en la política de la facultad, era una época dura pero apasionante. Empezaron las manifestaciones contra el régimen, terminamos con 22 años de comunismo, fue increíble. Cuando me recibí, había cambiado todo. Pero, como dicen, por una de cal, vino una de arena.

- ¿Qué pasó?

- En el grupo político que frecuentaba, había un chico. No éramos novios, pero tuvimos algunos encuentros pasionales. En el último año de la facultad, estaba gestionando post grados y me estaba por salir uno en Ginebra. Pero yo tenía estos encontronazos con Jakub y algunas veces no nos cuidamos. Pasó lo que tenía que pasar en esas circunstancias. Me quedé embarazada. Él no se hizo cargo y se borró, desapareció, no me atendía el teléfono, sólo me envió una carta en la que me pedía que no lo buscara más, que él no quería saber nada ni conmigo, ni con el bebé.

- ¿Cómo reaccionó tu familia?

- ¡Me querían matar! ¡Y con toda razón! Si bien adoro a mi hijo, con el tiempo me di cuenta de las macanas que me mandé. Por suerte, mis padres me dieron una mano muy grande. Empecé a trabajar en colegios e institutos dando clases de historia y francés.

- ¿Y sabés algo del padre?

- Se metió en política. Ahora está preso por mal desempeño de la función pública. Por robar, en suma.

- No hay dudas, era argentino”. Ambos rieron un ratito, luego prosiguieron.

“Pensé en un momento visitarlo a la cárcel, pero me duró poco, comenzó ella. Por un momento sentía que podía construir algo. Estaba muy sola. Hasta que apareció Michal.

- ¿Cómo lo conociste?

- Iba mucho al teatro. Ya sea para ver obras actuadas como musicales. Un día fui a ver “La Flauta Mágica” interpretada por la Filarmónica de Praga. Michal era el flautista. Fui con una amiga que conocía a los músicos y me llevó al camarín. Empezamos a conversar y nos caímos bien. Fui a más funciones hasta que me invitó a tomar un café. Empezamos a salir, al poco tiempo convivimos y nos casamos.

- ¿Qué pasó para que quieras terminar el matrimonio?

- Me trata mal, me tiene de esclava, tiene problemas con el alcohol, grita, arremete. Yo creí que iba a mejorar en algún momento, pero ya me di cuenta de que no. ¿Para qué voy a seguir? ¿Para mostrar que tengo un matrimonio constituido? Ni siquiera quiso tener hijos conmigo. No me escucha, no me tiene en cuenta… Soy un cero a la izquierda para él.

- Tranquila, Lenka”.

          Le dio un abrazo fuerte y la consolaba como podía. Ambos habían hecho su descargo y, consciente o inconscientemente, habían cerrado una etapa negra de sus vidas.


Continuará...

El Puma

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