EL JUICIO A MERCEDES VLAOVIC, CAPÍTULO 13 (FINAL)
Collina
envió a Mercedes a su lugar, se pasó su mano izquierda por la cabeza y ordenó
un cuarto intermedio hasta al día siguiente. Allí se presentarían los alegatos
finales. Elvira estaba ansioso y cuando le tocó su turno, comenzó rápido. “El
matrimonio Vlaovic no iba ni para atrás ni para adelante. Ella era infiel y él
no tenía empleo. Mercedes pidió el divorcio porque ya no le convenía mantener a
su esposo. Él por su parte, quería intentarlo otra vez y se negó, lo que
desesperó a su mujer. Señoría, consta en actas que la señora Vlaovic afirmó que
haría hasta lo imposible para deshacerse de su esposo. Solía ir a los brazos y
a la cama de otros hombres, tales fueron los testimonios de Javier
Schnigelplatz, Pedro y Mariela Vlaovic. Al no encontrar soluciones rápidas,
decidió tomar lecciones de tiro y, según su instructor, aprendió muy rápido. Lo
suficiente para que la noche del 24 de septiembre, después de haber pasado la
tarde con su amante, fuera a su domicilio, tomara el arma y le disparara a su
esposo a sangre fría. ¿Qué hizo después de eso? Como no había designado el
resto de su plan y no sabía que hacer, volvió a la casa de su cuñado para
asesorarse. Lo que no pudo prever fue que al salir corriendo alguien iba a estar
asomado a una ventana observándola. Los exámenes médicos prueban que el señor
Quirarte no tiene problemas de vista. No hay dudas de que la acusada mató a su
esposo, la defensa nos quiere hacer creer que probablemente algún espíritu que
rondaba por allí mató a Daniel Vlaovic segundos antes de que su esposa llegara
a la casa. ¿A quienes quieren engañar? Ni siquiera tienen sospecha alguna sobre
algún otro asesino, nadie de los testigos nombró a un eventual homicida.
Señoría la fiscalía acusa a la señora Mercedes Vlaovic de homicidio con
premeditación y alevosía agravado por el parentesco y pide que se la condene
con cadena perpetua.”
Inmediatamente después, Blanco se
levantó y miró fijo al juez. Se giró, observó al público presente, se acomodó
el saco y el nudo de la corbata y se peinó. Luego continuó. “El señor Vlaovic
estaba enfermo. ¿Cómo se puede calificar a alguien que golpeaba a su mujer en
forma salvaje? La cicatriz que Mercedes tiene en su antebrazo es el signo más
que evidente de que Daniel estaba insano. Ella soportó años de agresiones,
humillaciones y de infelicidad. ¿No le parece lógico, señoría, que ante esa
situación se busque un consuelo o una pequeña satisfacción? Su suegra jura que
la siguió y que la vio besándose en el sofá con un hombre. Yo pregunto, si una
mujer engaña al marido y se va a escondidas a la casa de otro hombre, ¿van a
ser ambos tan ingenuos de dejar las persianas abiertas para que quien quiera
acercarse los vea besándose o haciendo el amor? ¿Se puede confiar en la
historia de una madre que justifica cualquier acción de su hijo y que confesó
de su necesidad de tomar medicamentos? El propio hermano dijo a esta corte que
el occiso tenía tendencia a ser violento y de hacer sufrir a los demás. Al
llegar a un punto sin vuelta atrás, le pidió el divorcio, pero como eso
implicaba que él no iba a ser mantenido, se lo negó. Mi cliente acudió a
abogados y estaba lista para enviar la carta de divorcio, pero ocurrió este
terrible homicidio. La zona donde viven los Vlaovic es de robos y asaltos
permanente y en ese barrio todos se conocen y saben lo que pasa. Es evidente
que un delincuente que había estudiado los movimientos del lugar entró a la
casa de la víctima, le disparó y huyó por la puerta de atrás, al momento en que
Mercedes entraba. Roberto Quirarte vio a una mujer corriendo y afirma que se
trata de mi cliente. ¿Usted le va a creer a una persona que ya fue procesada
por falso testimonio? El fiscal tiene una obsesión enfermiza en contra de mi
cliente y se empeñó más en preguntar por las relaciones sexuales de Mercedes
que por otro aspecto del caso. Señoría, la señora Vlaovic es una persona que
sufrió demasiadas injusticias en todo este tiempo. Es una mujer desamparada,
incapaz de matar a alguien. Eso quedó probado con el testimonio del señor
Schnigelplatz quien dijo que dejó las lecciones de tiro porque le atemorizaba
la idea de usar un arma. Ya hace tres años que está sufriendo una condena, no
se la alargue señoría. Realmente no se lo merece. Le pido que pueda ver su
inocencia señoría y así se habrá hecho justicia.”
Un silencio de cementerio invadió la sala. Collina agradeció los alegatos y determinó un cuarto intermedio hasta la semana siguiente para deliberar. El juez tenía dudas como nunca antes las había tenido. En esa semana, Mercedes no pudo dormir. A pesar de pasar todos los días y noches junto a Pedro, no lograba tener un minuto de calma.
El día llegó, la prensa estaba en la
puerta de Tribunales, la acusada en el banquillo, su abogado a su lado y
sosteniéndola de la mano, el fiscal con una sonrisa y la seguridad de que iba a
ganar su caso. Luego de esperar quince minutos, el juez finalmente entró.
El Puma
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