SIGMUND PANDER, CAPÍTULO 2


 

_ ¡Sigmund Pander! ¿Por qué, que significado tiene?

_ Espere que le cuente y ya lo va a entender. Todo comenzó aquella tarde en que el señor Varela Méndez, el famoso millonario me llamó para hacer una denuncia; su esposa había desaparecido. De inmediato, me dirigí hacia la mansión que este señor tenía en las lomas de San Isidro. Encontré al anfitrión en el living y muy afligido. Como primer reacción, intenté consolarlo hasta finalmente logré hacerlo hablar. Me dijo que ella había salido de compras dos días atrás y que desde entonces no se supo más nada. Recuerdo aún el rostro de ese hombre cuando sollozando decía “Pobre Eva”.

_ ¿Cuál fue su primera hipótesis?

_ Es usted muy ansioso, a eso iba. Lo primero que vino a mi mente fue la idea de un secuestro. Supuse que al ser alguien con mucho poder y dinero, el señor Varela Méndez tendría muchos enemigos. Sin embargo, esa posibilidad fue rápidamente descartada ya que en esa semana y en los días venideros no hubo llamados pidiendo rescate. Después de un mes y medio de búsqueda, no logramos encontrar a la señora.

_¿Y entonces?

_ Y entonces tuve que resignarme.

_ ¡Así nomás! Pero entonces, el caso no quedó resuelto.

_ Calma, estimado amigo, hay una segunda parte. Lo que yo no le he dicho, es que el señor Varela Méndez se estaba quedando viudo por segunda vez. Su primera esposa murió en un accidente de auto.

_ ¿Pudo haber en ese entonces algún sabotaje en el auto?

_ Como poder, pudo, pero no lo hubo. Por lo menos, nada pude encontrar. Volviendo a la historia, Varela Méndez pareció olvidar rápido su triste episodio y al año siguiente se volvió a casar. Lo hizo con una joven muy hermosa que era hija de su vecina.

_ ¿Y cual es la relevancia?

_ ¡Ay! – suspiró -. Ustedes los periodistas son todos iguales, no pueden con su ansiedad. Un tiempo después, la señora Varela Méndez llamó asustada diciendo que su esposo quería matarla, que necesitaba de mi presencia lo antes posible.

_ ¿Pudo averiguar algo más en ese llamado?

_ Ella no me dio la posibilidad, colgó de inmediato. Sin ponerme a hacer preguntas, me dirigí hacia el lugar con varios hombres. El lema era ser prudentes. Silenciosamente entramos a la casa y escuchábamos los gritos de Varela Méndez ordenando a su esposa que abriera la puerta del cuarto donde ella se había encerrado. Nos dirigimos al primer piso, justo en el momento en que él tiraba la puerta abajo y se disponía a asesinarla. Cuando uno de mis hombres disparó, él la sujetaba del pelo.

_ Fue algo muy arriesgado, ¿no le parece?

_ Lo mismo pensé cuando enfrié mi cabeza, pero en cuestión de segundos no pude. Varela Méndez murió al instante, su esposa quedó pálida y arrodillada sin reacción alguna.

_ Sigo sin entender nada. ¿Qué tiene que ver esto con el caso que usted comenzó a contarme?

Continuará...

El Puma

Comentarios

Entradas populares de este blog

LAS BONDADES DE TUCUMÁN

¡AVE CÉSAR!

DOS QUE QUIEREN VOLVER A SER