EL REGRESO DE WLADIMIR NOVAK, CAPÍTULO 5 (FINAL)


 

         Ya le quedaban pocos días en Checoslovaquia. La última tarde, Jaroslav lo invitó a su casa casi con carácter de urgencia. Llegó allí a las cuatro, tocó el timbre y fue atendido por su amigo. Este lo llevó al living y le insistió para que permaneciera ahí, sentado en el sillón, mientras él salía por un instante. En el momento en que se fue, Wladimir comenzó a mirar todos los rincones con una sensación extraña. De pronto escuchó unos ruidos y sintió que no estaba sólo. Oyó el abrir de una puerta, se giró hacia allí y palideció. Creía que el mundo había dejado de girar, que los veinte años de exilio no habían pasado. “¡Radka!”, exclamó sorprendido, feliz y emocionado. “Sí Wladimir, respondió ella con una lágrima que comenzaba a escapar, soy yo.” Después de diez segundos de mirarse, se fundieron en un fuerte abrazo mientras lloraban. “Perdóname, decía Wladimir, no quise lastimarte, pensé mucho antes de tomar esta decisión.

_ Lo sé, pero no pude soportarlo.

_ No sabes cuanto te extrañé, pensé en ti en todo momento.

_ Yo también, creí que una vez que regresaras de México nos casaríamos y tendríamos una hermosa familia. Te creí muerto todos estos años y cuando Jaroslav me dijo que estabas vivo y aquí en Praga, decidí venir lo antes posible. Casi no has cambiado.

_ Tú estás aún más hermosa.”

         Tardaron un buen rato en reponerse de sus emociones, pero una vez que lograron hacerlo, comenzaron a conversar más detalladamente. Recordaban con nostalgia todos esos años en que habían estado juntos. Wladimir y Radka continuaron su charla hasta el amanecer. Allí fue cuando percibió que debía ir al aeropuerto y emprender su regreso a Chicago.

         Jaroslav y Radka lo acompañaron hasta la puerta de embarque. Se abrazó con su gran amigo y cuando llegó el turno de decirle adiós a su antiguo amor, comenzó a llorar. “Nunca podré perdonarme lo que te he hecho. Debí quedarme aquí o llevarte conmigo,” le decía. Ella no contestó, tan sólo lo miro con lágrimas en los ojos, y después de unos segundos, se besaron tan apasionadamente como lo habían hecho hacía veinte años.  Cuando Wladimir cruzó la puerta y desapareció de la vista de Jaroslav y Radka, el primero le preguntó a su hermana: “¿No le contaste, verdad?

- No pude, respondió ella. Él no iba a renunciar a su vida y Wladimir ya adoptó a Giovanni como padre. Algún día lo llevaré a conocer a su verdadero padre.”

         Emprendieron el regreso al centro y Radka, dos días después, volvió a Roma.

 El Puma

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