Y SE FUE NOMÁS


    Lo impensado, lo que era imposible sucedió. Lionel Messi se fue de Barcelona después de un poco más de dos décadas. El oriundo de Rosario, que llegó a los 13 años a Cataluña con todas las ilusiones, que debutó en el primer equipo a los 17 bajo el ala de Ronaldinho, quien predijo: "Messi será mejor que yo". Luego vinieron las obtenciones de ligas locales, torneos continentales y los logros individuales. Messi y Barcelona parecían componer un matrimonio, una pareja que se juró amor eterno... pero algo pasó.
    Un año atrás, la relación comenzó a romperse. El genial Barsa que nació bajo la dirección técnica de Frank Rijkaard y brilló en todo su esplendor con Josep Guardiola y Luis Enrique, empezó a mostrar grietas. Se ganaban ligas locales o Copas del Rey, pero a nivel europeo, llegaban eliminaciones con goleadas: con Juventus en 2017, Roma en 2018, Liverpool en 2019, Bayern Munich en 2020 (la peor de todas) y Paris Saint Germain en 2021. De ese equipo espectacular que armó Joan Laporta y que fue usufructuado por Sandro Rosell, para ser destruido por Josep María Bartomeu, solo quedan algunos escombros. Messi deseaba volver a estar en un equipo ambicioso y sabía que quedándose en el patio de su casa, no lo iba a conseguir. Le quedaba un año de contrato y solicitó irse, amparado en una cláusula que, supuestamente, le permitía hacerlo. Bartomeu, apoyado por la Liga española se lo impidió y el rosarino se quedó. A los pocos meses, Bartomeu se vio obligado a renunciar, presionado por los socios y el mal manejo institucional. Hubo elecciones, hasta Messi votó y regresó Laporta. Era pan comido, la renovación del contrato era un hecho cantado. Pero nadie contaba con el fair play financiero. El club catalán debía reducir su abultada masa salarial y desprenderse de jugadores caros, como Philippe Coutinho o Antoine Griezmann. Pero ninguno quiso bajarse el sueldo (amparándose en su derecho) y no se vendieron ninguno de esos futbolistas, por quienes nadie querrá pagar ni siquiera la mitad de lo que perciben en Barcelona. No se pudo llegar a un acuerdo y llegó el divorcio. En menos de una semana, el capitán de la selección argentina se fue de su casa y aterrizó en París. 

    
    En la capital francesa fue recibido como un rey, como un héroe. Desde hace 37 años, cuando en 1984 Diego Armando Maradona llegaba a Nápoles, también desde Barcelona, que no se veía un recibimiento y una ilusión similar por parte de simpatizantes. Messi llega a un equipo con ambiciones y que, en los últimos años, revolucionó el mercado futbolístico. El objetivo es obtener la U.E.F.A. Champions League, de la que ya es protagonista hace unos años, pero no logra dar el último paso. Quizás esto sea lo que necesita para conseguir el máximo trofeo europeo, darle a la Ciudad Luz otro poco más de glamour y que salga el sol después de tantas tormentas sufridas. Como rezaba una famosa canción francesa, llamada "Bajo el cielo de París", interpretada por la inolvidable voz de Edith Piaf: "Cuando está demasiado celoso de sus millones de amantes, hace estallar sobre ellos un rayo. Pero el cielo de París no es cruel por mucho tiempo, para hacerse perdonar ofrece un arco iris".

El Puma

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