MI MEJOR AMIGO, CAPÍTULO 7
Mi relación con Alberto era cada vez
más profesional. Él daba órdenes y yo respondía. Sin embargo yo no me quejaba,
estaba muy a gusto con mi trabajo y sabía que iba a poder escalar exitosamente.
Pasado un tiempo, Alberto volvió a acercarse a mí como lo que siempre fue. Nos
invitó a Silvina y a mí a cenar. Esa noche fue grandiosa, lo primero que me
dijo cuando vio a Silvina fue: "Siempre tuviste buen gusto". Después
de tres años, volví a ver a Alejandra. Quedé deslumbrado, estaba más linda que
antes. Quizás el aire de señora la hacía más elegante. Estaba con un vestido
azul, bastante liviano dado que estábamos casi en verano. Su maquillaje
mejoraba aún más su hermoso rostro. Por un momento me sentí como aquella noche
en Punta del Este y comencé a reprocharme muchas cosas. Surgieron enormes
dudas, estaba muy confundido.
Estuvimos en lo de Alberto y Alejandra
por más de tres horas. A pesar de mis recuerdos, lo pasamos bien. Alberto
estuvo realmente muy gracioso, salió de su molde de empresario y volvió a ser
el adolescente con el que yo me divertía. Silvina quedó realmente encantada con
ambos y me dijo que debiéramos juntarnos más seguido.
De hecho nos seguíamos viendo, ya sea
en casa como en la suya. A veces pasábamos fines de semana juntos en Punta del
Este o en el Tigre. Había momentos en que no me afectaba la presencia de
Alejandra, pero otras veces volvía con mis dudas y mis recuerdos pasados.
Finalmente saqué mi propia conclusión, seguía enamorado de Alejandra pero
también lo estaba de Silvina. Intenté ocultarlo, hacía hasta lo imposible para
mantener mi matrimonio.
En casa, las cosas comenzaban a andar
mal. La relación era más fría por ambas partes. Sorpresivamente, Silvina tomó
otra actitud para conmigo. Ya no estaba quieta e interesada cuando yo le
contaba mis cosas, ahora su mirada estaba en otra parte y cuando yo me extendía
con mis dichos me hacía callar sosteniendo que la tenía harta o con un gesto me
hacía entender que la conversación había terminado. Todo iba de mal en peor, la
crisis crecía más y más. Hasta que llegó lo inevitable, nos separamos.
A partir de ahí, sentía alivio y
desorientación a la vez. A pesar de todo seguía amando a Silvina, pero mi
sentimiento hacia Alejandra era muy fuerte. Cualquiera que me escuchara diría
que soy un tibio, alguien que no sabe jugarse y que no tiene en claro las
cosas. Es obvio que no podía quedarme con las dos por más ganas que tuviera.
¿Por qué todo era tan complicado? ¿Tan difícil es entender que amaba a dos
mujeres a la vez? Quien dijo que el tiempo cura las heridas no tenía idea de lo
que hablaba. Alberto siempre estaba conmigo consolándome e invitándome a su
casa. ¡Pobre! No se daba cuenta de que me estaba haciendo un mal sin desearlo.
Veía a Alejandra y me confundía cada vez más. Mi rendimiento en la empresa cayó
vertiginosamente. Comencé a fumar de nuevo y lo hacía con aún más frecuencia
que antes. Como también pasaba algunas noches en bares ahogando mis penas en
alcohol. Hasta que toqué fondo, o más bien me lo hicieron tocar. Alberto me dio
unos días para reflexionar y para que cambiara de actitud, de lo contrario me
echaba de la empresa. A partir de ahí me replantee las cosas y comencé a
separar los asuntos de trabajo de los de mi vida privada.
El Puma
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