EL REGRESO DE WLADIMIR NOVAK, CAPÍTULO 3
Charlaron por un rato largo y cuando el
visitante decidió retirarse, quedaron en encontrarse nuevamente. Wladimir llegó
al hotel, se duchó y se acostó. Sin embargo, no lograba dormirse, el haber oído
el nombre de Radka pareció haberlo impactado. Comenzaba a recordar toda su
infancia, su casa de la calle Zdikovska, en el barrio de Smichov, fuera del
centro de la ciudad. Allí solía juntarse con Jaroslav y otros amigos para
pasear en bicicleta, jugar al fútbol o al hockey. Siendo adolescente, comenzó a
fijarse en la hermana menor de su mejor amigo. Desde un principio hubo una gran
atracción entre ambos y no tardaron en ponerse de novios.
Luego
llegó el momento de la universidad y Wladimir eligió el periodismo. Ella, dos
años después tomó el camino de las leyes. Una vez que ambos recibieron sus
diplomas, planearon su casamiento. En ese entonces, llegaron los soviéticos con
sus potentes tanques y ocuparon el país. Los Novak y la familia de Jaroslav
eran férreos opositores al régimen, sin embargo Wladimir prefirió callar para
conseguir empleo. No tardó mucho en hacerlo ya que era un joven talentoso y de
profundos conocimientos en el deporte, sobre todo en fútbol, básquet y hockey sobre hielo. Tal era su capacidad, que
dos años después de la invasión fue enviado a cubrir el Mundial de México de
1970.
Radka
por su parte ayudaba a su padre y a su hermano en la manutención del bar. Se
encargaba de la atención al público mientras que Jaroslav manejaba los números.
Wladimir tenía un objetivo muy claro desde el momento en que supo que viajaría
al otro lado del Océano Atlántico: no volver. Ya no soportaba a los comunistas
y no sabía cuánto tiempo más podía seguir callando. Meditó esa decisión durante
muchos días, y si no se había decidido antes fue por Radka. En aquel tiempo, se
había mudado a un pequeño departamento ubicado en la calle Winohradska, a pocos
minutos del centro de Praga.
El
día anterior a su viaje, invitó a su novia a cenar. Preparó la mesa con un
mantel nuevo y con velas para darle un aspecto romántico. Comieron y luego de
besarse y de tratarse muy cariñosamente, hicieron el amor. Se levantaron a las
nueve de la mañana y se dirigieron al aeropuerto. Una vez que llegaron a la
puerta de embarque, Wladimir abrazó a Radka con todas sus fuerzas y la besó más
apasionadamente que nunca antes de despedirse.
Mientras volaba,
comenzó a sentir nostalgia y para poder llorar se encerró en el baño. Empezó a
pensar cuanto extrañaría Praga, el barrio de Smichov, Radka, ver al Sparta
todas las semanas, sus amigos, y tantas otras cosas.
Tan
sólo cubrió la primera fase de ese campeonato y una vez que Checoslovaquia
cumplió con su participación, desapareció de los sectores de prensa como por
arte de magia y se refugió en la embajada de los Estados Unidos. La noticia de
este hecho se dio a conocer de inmediato en Praga, Wladimir fue declarado como
desaparecido, probablemente muerto.
Continuará.
El Puma
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