EL REGRESO DE WLADIMIR NOVAK, CAPÍTULO 2


 

         Finalmente, se detuvo en un bar. Lo miró muy detalladamente y después de vacilar por un rato, decidió entrar. El lugar era oscuro, parecía un club nocturno. Luego de volver a observar el bar minuciosamente, encontró un lugar para sentarse. Cuando estaba por pedir un café, el dueño del lugar se le acercó muy lentamente y lo observaba. “Wladimir, exclamó, eres Wladimir Novak.

- ¿Jaroslav?”, contestó el viajero misterioso quien inmediatamente se levantó y se fundió en un abrazo con su amigo. “Creí que nunca volvería a verte, dijo Jaroslav, ¿Donde has estado todos estos años?

- Es una larga historia.

- Creíamos que estabas muerto o que te habían enviado a algún lugar desierto.

- De haber regresado en aquel momento, seguramente hubiera terminado así.

- Pero, siéntate y cuéntame.

- Recuerdas que me enviaron a cubrir ese Mundial de fútbol.

- Sí.

- Bueno, viajé a México, pero con la idea de no regresar. Apenas terminó el campeonato, me refugié en la embajada de los Estados Unidos. Conseguí el asilo político y llegué a Washington.

-¿Y allí es donde vives?

- No, sólo permanecí unos meses allí. No conseguía empleo y vivía en un barrio bajo de la ciudad. Por suerte, conocí a alguien que me consiguió un puesto en un periódico de Chicago. Allí comencé a conocer otros deportes, casi por obligación pues mi especialidad siempre fue el fútbol.

-¿Te especializaste en esos deportes americanos aburridos?

- Tuve que hacerlo. Sin embargo he tenido suerte, me contrataron en una cadena a de televisión y me enviaron a cubrir los juegos de la liga de hockey sobre hielo. Luego comencé a asistir a los juegos de la N.B.A hasta finalmente poder trabajar en esos espectáculos. Por suerte ahora el fútbol ha comenzado a despertar cierto interés y me enviaron a transmitir el último Mundial. Como me dieron un mes de vacaciones y tenía ganas de ver cómo era ésto sin el comunismo, aquí me tienes. Pero, cuéntame algo de tu vida.

- Bueno, tú sabes que jamás he abierto la boca en todo este tiempo. Cuando mi padre murió, hace ya diez años, me dejó este bar. Tuve que afiliarme al partido comunista para poder mantenerlo. Era insoportable tener que obedecer órdenes de gente que pregonaba la igualdad social y que se ha quedado con mucho dinero en sus bolsillos.

- Suerte que todo ha terminado. Pero, mejor dime como estás tú y tu familia.

- Yo me casé hace ya quince años y tengo tres hijos. Mi madre aún vive, está en un asilo de ancianos, empeoró mucho desde que mi padre murió.

- Lamento oír eso, la apreciaba mucho.

- Y ella también a ti. Siempre decía que te casarías con Radka y que serías el yerno ideal.”

         En ese instante, su rostro palideció hasta que reaccionó:

“¡Radka!, ¿Qué es de su vida?

- Lloró mucho cuando te fuiste y le costó rehacerse, pero por suerte encontró a un hombre y se casó.

- Oye, por qué no nos reunimos a cenar los tres y recordamos viejos tiempos.

- Radka ya no vive en Praga. Conoció a un joven diplomático italiano, Giovanni Fracchia, se enamoró de él y se fue a vivir a Roma. Creo que así también aprovechó la ocasión de huir de este infierno. ¿Y tú, te has casado?

- Casado y separado. Tengo una hija, Jennifer, de ocho años. Los primeros tiempos de convivencia fueron buenos, pero al ser periodista deportivo, viajaba mucho y ella quería más atención. Comenzaron así las disputas, hasta llegar a lo inevitable.”

Continuará...

El Puma

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