MOSTACCIONI, CAPÍTULO 9 (FINAL)


         En ese instante entró Giorgio y logró quitarle el arma. Logró tenerla custodiada hasta el momento en que entró Williamson, en donde ella aprovechó la distracción del comisario y su asistente para escapar. Ellos no la siguieron pues se imaginaron adónde se dirigiría.

         Juntaron a todos sus hombres y fueron hacia el cabaret. Rodearon el lugar y entraron. “Nadie se mueva, policía, gritó Gattone. Vamos muchachos, revisen el lugar.” Marini fue hacia la barra y vio la puerta lateral. Ingresó por allí, seguido de sus asistentes y de algunos hombres. Esa puerta conducía a un pasillo oscuro. Unos metros después, había cuatro puertas en los costados. Abrieron cada una de ellas y encontraron habitaciones. En la primera, Lulú estaba acostada con Emanuele, en la segunda encontraron a Di Pietro y Ballini y las otras dos estaban vacías. Arrestaron a todos y Marini siguió por ese pasillo. Vio una luz allá a lo lejos y decidió acercarse muy sigilosamente. A los pocos metros, percibió que había dos personas hablando. Reconoció la voz de Elena, pero no sabía bien de quien era la otra. Se asomó y encontró a su compañera dialogando con una persona que tenía una túnica blanca y el rostro completamente tapado. “Es la descripción que me dio Botazzi de Mostaccioni”, pensó. Estaba sólo y debía actuar. Mientras tanto, escuchaba la conversación: “Eres una inútil, recriminaba el extraño a Elena.

- Es que en ese momento entró ese imbécil de Gattone y echó a perder todo.

- Esa no es excusa. Me has fallado, y ya sabes lo que le pasa a los que me fallan.

- Por favor jefe, deme otra oportunidad. No volveré a fallar.

- Lamentablemente para ti, no habrá segunda oportunidad. Muchachos.”

         Dos hombres de físico fornido la tomaron de los brazos y se aprestaban a arrojarla a un agujero. Marini se vio en la obligación de actuar a pesar de estar en desventaja. “Quietos, no se muevan, dijo enérgicamente.

- Vaya, vaya, pero si es el comisario Paolo Marini en persona, respondió el jefe.

- Sí, y he descubierto todo sobre ti. Nadie te salvará de la condena, Mostaccioni.

- Idiota, si crees que iré a prisión estás muy equivocado. Muchachos.”

         Los mastodontes se le vinieron encima, por lo que Marini no tuvo más remedio que disparar y así vaciar su cargador. Quedaban él, Mostaccioni y Elena. Se acercó hacia el jefe y le quitó el velo que lo cubría. El comisario quedó perplejo, el malhechor tenía el pelo largo, teñido de rubio y pelusa en la parte superior de la boca. “¡Una mujer!, exclamó.

- Sí, una mujer. Soy Maria Mostaccioni. Estoy segura de que para tu ego machista debió ser un golpe muy duro, verdad.” Ante la atónita mirada de Marini, Mostaccioni golpeó al comisario y aprovechó para tomar un cuchillo que tenía cerca. “Y ahora Marini, dijo, vas a caminar hacia ese agujero.” Comenzó a dirigirse hacia allí y cuando estaba a pocos metros, Elena se abalanzó sobre el jefe y fue herida. Sin embargo, Marini aprovechó para quitarle el cuchillo y luego de forcejear, terminó empujando al jefe al agujero. Se escuchó el ruido de una persona cayendo al agua. El comisario asomó la cabeza y vio agua turbia con la túnica agujereada flotando.  Gattone, Williamson y los demás hombres con los detenidos, entraron. El comisario se avecinó a Di Pietro, quien lo amenazó: “Puede que haya ganado este combate Marini, pero esto es sólo el principio. Puedo asegurarle que si continúa en Palermo no vivirá por mucho tiempo.

- Renuncie a su cargo, Di Pietro, y consiga un buen abogado, lo va a necesitar", respondió.

         Cuando todos salieron, quedaron él y Elena. Se acercó y susurró algo al oído. La dejó ir. Días después, renunció a la policía y desapareció. Gattone quedó a cargo de todo y Williamson regresó a su país.  

El Puma

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