MOSTACCIONI, CAPÍTULO 5
Al
enterarse de todas estas informaciones, Marini empezó a tomar recaudos, algunos
hasta excesivos. La sola idea de tener un soplón en el cuerpo de policía lo
aterrorizaba. A veces desconfiaba hasta de Giorgio. Por su parte, Gattone
sospechaba de algún oficial menor. Williamson no tenía a nadie bajo la lupa,
pero no ponía las manos en el fuego por nadie.
Diego
y Edu siguieron arrestados hasta el día siguiente, cuando apareció su abogado y
los liberó bajo fianza. La primera fase de la investigación se consideró
terminada, aunque aún no sabían como encararían la segunda. Habían avanzado
pero volvían a estar estancados.
Días
después, Marini se encontraba una noche en su departamento cuando recibió una
llamada. Del otro lado del teléfono se escuchó una voz distorsionada que le
dijo: “Vaya mañana al bar del estadio San Siro a las tres de la tarde y le daré
información interesante.” Intentó preguntar quien era, pero la comunicación se
cortó. El comisario estaba perplejo. Al día siguiente, partió a Milán junto con
sus colaboradores y se dirigió hacia el lugar pactado. Cuando llegaron,
buscaron un lugar y ordenaron algo para beber. Pasaron veinte minutos después
de la hora convenida y el misterioso visitante no llegaba. “Esto me huele a
trampa, afirmó Williamson.
- A mí también, continuó Marini, pero ante
la duda.
- Será mejor que volvamos a Palermo, agregó
Gattone, es muy probable que habiéndonos sacado del medio por un día, estos
malhechores hayan hecho algo.
- Esperen, interrumpió Marini, yo tengo una
corazonada.
- No podemos arriesgarnos Paolo, insistió
Gattone.
- Esperemos un poco más.”
El
sujeto misterioso no se presentó, lo que exacerbó a Williamson y Gattone. Sin
embargo, antes de salir del bar, Marini percibió que tenía una carta en el
bolsillo de su abrigo. Abrió el sobre y leyó: “Era muy arriesgado que nos
vieran allí. Mejor venga mañana a Brescia, en la esquina de la estación de
tren, a las cinco de la tarde y allí le diré todo lo que sé.” Gattone reaccionó
con rabia, Williamson insistió en volver a Palermo, pero Marini quería seguir
con esto y envió a sus colaboradores de nuevo a Sicilia. Ambos se rehusaron a
obedecerlo y decidieron acompañarlo. Se dirigieron a Brescia esa misma noche y
se quedaron en la estación.
Llegó
la hora convenida, pero una vez más el personaje misterioso faltó a la cita.
Media hora más tarde, Marini fue solicitado para hablar por teléfono. Del otro
lado oyó la misma voz del individuo que lo había llamado a su casa. “Oiga, ya
me estoy cansando de este tour por el norte, afirmó con indignación el
comisario.
- Compréndame, temo por mi vida y no quiero
arriesgarme a que me maten.
- Yo le aseguro que le daré toda la
protección posible, pero si usted no aparece, será muy difícil hacerlo.
- Está bien. Venga mañana a Bergamo. Lo
espero en
Continuará...
El Puma
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